sábado, 19 de mayo de 2012

PUEDES SANARME

“La religión de la Biblia no es deterimental para la salud del cuerpo ni de la mente. La influencia del Espíritu de Dios es la mejor medicina para la enfermedad. Todo en el cielo es salud; y mientras más profundamente se experimenten las influencias celestiales, más segura será la recuperación del inválido creyente.

“Cristo siente los males de todo doliente. Cuando los malos espíritus des­garran un cuerpo humano, Cristo siente la maldición. Cuando la fiebre con­sume la corriente vital, Él siente la agonía. Y está tan dispuesto a sanar a los enfermos ahora como cuando estaba personalmente en la tierra. Los siervos de Cristo son sus representantes, los conductos por los cuales ha de obrar. Él desea ejercer por ellos su poder curativo” (El Conflicto de los Siglos, págs. 27, 28, 30).

UNO DE LOS CASOS MÁS DIFÍCILES

1. ¿Qué pobre hombre aparece ahora ante Jesús para pedirle sanidad? Mateo 8:1, 2.

“La lepra era la más temida de todas las enfermedades conocidas en el Oriente. Su carácter incurable y contagioso y sus efectos horribles sobre sus víctimas llenaban a los más valientes de temor. Entre los judíos, era considerada como castigo por el pecado, y por lo tanto se la llamaba el ‘azote’, ‘el dedo de Dios.’ Profundamente arraigada, imposible de borrar, mortífera, era considerada como un símbolo del pecado. La ley ritual declaraba inmundo al leproso. Como si estuviese ya muerto, era despedido de las habitaciones de los hombres. Cualquier cosa que tocase quedaba inmunda y su aliento con­taminaba el aire. El sospechoso de tener la enfermedad debía presentarse a los sacerdotes, quienes habían de examinarle y decidir su caso. Si le declara­ban leproso, era aislado de su familia, separado de la congregación de Israel, y condenado a asociarse únicamente con aquellos que tenían una aflicción similar. La ley era inflexible en sus requerimientos. Ni aun los reyes y gober­nantes estaban exentos. Un monarca atacado por esa terrible enfermedad debía entregar el cetro y huir de la sociedad” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 227).

2. ¿Podemos imaginarnos su condición considerando la etapa avanzada de su enfermedad? ¿Se encuentra el ser humano afectado por el pecado en una condición mejor que este leproso? Lucas 5:1, 2.

“Presentaba un espectáculo repugnante. La enfermedad había hecho terribles estragos; su cuerpo decadente ofrecía un aspecto horrible. Al verle, la gente retrocedía con terror. Se agolpaban unos sobre otros, en su ansiedad de escapar de todo contacto con él. Algunos trataban de evitar que se acercara a Jesús, pero en vano. Él ni los veía ni los oía. No percibía tampoco sus expresiones de horror” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 228).

“El hombre que se presentó a Jesús estaba ‘lleno de lepra’. El mortífero veneno impregnaba todo su cuerpo. Los discípulos trataron de impedir que su Maestro le tocase; porque el que tocaba un leproso se volvía inmundo.... Así sucede con la lepra del pecado, que es arraigada, mortífera e impo­sible de ser eliminada por el poder humano. ‘Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa ilesa, sino herida, hinchazón y podrida llaga’” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 231).

TRATANDO LA HORRIBLE LEPRA

3. ¿Llevó mucho tiempo a Jesús responder al pedido de esta pobre criatura? Marcos 1:41.

“En algunos casos de curación, Jesús no concedió inmediatamente la bendición pedida. Pero en el caso del leproso, apenas hecha la súplica fue concedida. Cuando pedimos bendiciones terrenales, tal vez la respuesta a nuestra oración sea dilatada, o Dios nos dé algo diferente de lo que pedi­mos, pero no sucede así cuando pedimos liberación del pecado. Él quiere limpiarnos del pecado, hacernos hijos suyos y habilitarnos para vivir una vida santa. Cristo ‘se dio a sí mismo por nuestros pecados para librar­nos de este presente siglo malo, conforme a la voluntad de Dios y Padre nuestro’. Y ‘ésta es la confianza que tenemos en Él, que si demandáremos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que Él nos oye en cualquiera cosa que demandáremos, sabemos que tenemos las peticiones que le hubiéremos demandado’. ‘Si confesamos nuestros peca­dos, Él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad’” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 231, 232).

4. ¿Temía Jesús contagiarse al tocar el enfermo? ¿Qué sucedió con la terrible lepra en cuanto Jesús expresó su deseo de sanarle y le tocó? Lucas 5:13.

“Inmediatamente se realizó una transformación en el leproso. Su carne se volvió sana, los nervios recuperaron la sensibilidad, los músculos, la firmeza. La superficie tosca y escamosa, propia de la lepra, desapareció, y la reemplazó un suave color rosa como el que se nota en la piel de un niño sano” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 228, 229).

“Pero al poner su mano sobre el leproso, Jesús no recibió ninguna con­taminación. Su toque impartía un poder vivificador. La lepra fue quitada. Así sucede con la lepra del pecado, que es arraigada, mortífera e impo­sible de ser eliminada por el poder humano. ‘Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa ilesa, sino herida, hinchazón y podrida llaga’. Pero Jesús, al venir a morar en la humanidad, no se contamina. Su presencia tiene poder para sanar al pecador. Quien quiera caer a sus pies, diciendo con fe: ‘Señor, si quieres, puedes limpiarme,’ oirá la respuesta: ‘Quiero: sé limpio’” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 231).

DAR TESTIMONIO

5. ¿Qué orden incondicional dio Jesús al leproso inmediata­mente después del milagro? Mateo 8:4; Marcos 1:43, 44.

“Las palabras de la Escritura demuestran con qué urgencia Cristo recomendó a este hombre la necesidad de callar y obrar prontamente. ‘Entonces le apercibió, y despidióle luego. Y le dice: Mira, no digas a nadie nada; sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos’. Si los sacerdotes hubiesen cono­cido los hechos relacionados con la curación del leproso, su odio hacia Cristo podría haberlos inducido a dar un fallo falto de honradez. Jesús deseaba que el hombre se presentase en el templo antes de que les llegase rumor alguno concerniente al milagro. Así se podría obtener una decisión imparcial, y el leproso sanado tendría permiso para volver a reunirse con su familia y sus amigos” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 229).

6. ¿Obedeció el hombre la orden de Jesús siendo que estaba tan gozoso y lleno de gratitud? Marcos 1:45.

“El examen se hizo. Los sacerdotes que habían condenado al leproso al destierro certificaron su curación. El hombre sanado fue devuelto a su familia y a la sociedad. Tenía por preciosísimo el don de la salud. Se alegraba en el vigor de la virilidad, y por haber sido restituido a los suyos. A pesar del encargo que le hiciera Jesús, no pudo callar su curación y, lleno de gozo, divulgó el poder de Aquel que le había sanado” (El Ministe­rio de Curación, pág. 46).

7. ¿Qué resultado inesperado tuvo Jesús después de este maravilloso testimonio? ¿Qué lección importante es para nosotros? Lucas 5:15.

“No debéis esperar mejores oportunidades o habilidades extraordi­narias para empezar a trabajar por Dios. No necesitáis preocuparos en lo más mínimo de lo que el mundo dirá de vosotros. Si vuestra vida diaria es un testimonio de la pureza y sinceridad de vuestra fe y los demás están convencidos de vuestros deseos de hacerles bien, vuestros esfuerzos no serán enteramente perdidos” (El Camino a Cristo, pág. 82).

“De hora en hora, en nuestra vida variada, se nos presentan opor­tunidades de alcanzar y salvar almas. Las oportunidades llegan y se van continuamente. Dios desea que las aprovechemos hasta lo sumo. Pasan los días, las semanas y los meses y tenemos un día, una semana, un mes menos en que hacer nuestra obra. Algunos años más, cuando mucho, y la voz a la cual no podemos negarnos a contestar, será oída diciendo: ‘Da cuenta de tu mayordomía’” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 307).

PODER SANADOR

“El pecado causa enfermedad física y espiritual, al igual que debi­lidad. Cristo ha hecho posible que nos liberemos de esta maldición. El Señor promete renovar el alma por medio de la verdad. A todos los que deseen ser educados, el Espíritu Santo los hará capaces de comunicar la verdad con poder. Renovará cada órgano del cuerpo para que los siervos de Dios trabajen de manera aceptable y exitosa. La vitalidad aumentará bajo la influencia de la acción del Espíritu. Por lo tanto, dejemos que este poder nos eleve a una atmósfera superior y más santa, para que podamos cumplir satisfactoriamente con la obra que nos ha sido encomendada” (The Review and Herald, 14 de enero de 1902).