sábado, 19 de mayo de 2012

BENDECIDOS LOS QUE NO DUDAN

“En esta época precisamente antes de la segunda venida de Cristo en las nubes del cielo, Dios necesita hombres que preparen un pueblo para que esté en pie en el gran día del Señor. En estos últimos días se debe efectuar una obra igual a la que hizo Juan. Mediante los agentes que el Señor ha elegido, Él está dando mensajes a su pueblo, y quiere que todos presten atención a las admoniciones y amonestaciones que envía.... En nuestra condición de pueblo que cree en la pronta aparición de Cristo, tenemos un mensaje definido para dar: ‘Prepárate para encontrarte con tu Dios’” (Comentario Bíblico Adventista, tomo 4, págs. 1205, 1206).

EL HERALDO DEL MESÍAS

1. ¿Qué le sucedió a Juan el Bautista a causa de su fiel testi­monio contra el pecado? Marcos 6:17; Lucas 3:18-20.

“Juan el Bautista había sido el primero en proclamar el reino de Cristo, y fue también el primero en sufrir. Desde el aire libre del desierto y las vastas muchedumbres que habían estado suspensas de sus palabras, pasó a quedar encerrado entre las murallas de una mazmorra, encarce­lado en la fortaleza de Herodes Antipas. En el territorio que estaba al este del Jordán, que se hallaba bajo el dominio de Antipas, había transcurrido gran parte del ministerio de Juan. Herodes mismo había escuchado la predicación del Bautista. El rey disoluto había temblado al oír el llama­miento a arrepentirse. ‘Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo,... y oyéndole, hacía muchas cosas; y le oía de buena gana’. Juan obró fielmente con él, denunciando su unión inicua con Herodías, la esposa de su hermano. Durante un tiempo, Herodes trató débilmente de romper la cadena de concupiscencia que le ligaba; pero Herodías le sujetó más firmemente en sus redes y se vengó del Bautista, induciendo a Herodes a echarlo en la cárcel” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 185).

2. ¿Comprendió Juan totalmente la misión del Mesías? Isaías 40:3, 4; Mateo 3:10, 12.

“Como los discípulos del Salvador, Juan el Bautista no comprendía la naturaleza del reino de Cristo. Esperaba que Jesús ocupase el trono de David; y como pasaba el tiempo y el Salvador no asumía la autoridad real, Juan quedaba perplejo y perturbado. Había declarado a la gente que a fin de que el camino estuviese preparado delante del Señor, la profecía de Isaías debía cumplirse; las montañas y colinas debían ser allanadas, lo torcido enderezado y los lugares escabrosos alisados. Había esperado que las alturas del orgullo y el poder humano fuesen derribadas. Había señalado al Mesías como Aquel cuyo aventador estaba en su mano, y que limpiaría cabalmente su era, que recogería el trigo en su alfolí y quemaría el tamo con fuego inextinguible. Como el profeta Elías, en cuyo espíritu y poder había venido a Israel, esperaba que el Señor se revelase como Dios que contesta por fuego” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 185).

PERPLEJIDAD Y RESPUESTA ALENTADORA

3. ¿Qué perplejidad ocupaba la mente de Juan al ver que las cosas no ocurrían como esperaba? Mateo 11:2, 3.

“La vida de Juan había sido de labor activa, y la lobreguez e inactivi­dad de la cárcel le abrumaban enormemente. Mientras pasaba semana tras semana sin traer cambio alguno, el abatimiento y la duda fueron apoderándose de él. Sus discípulos no le abandonaron. Se les permitía tener acceso a la cárcel, y le traían noticias de las obras de Jesús y de cómo la gente acudía a Él. Pero preguntaban por qué, si ese nuevo maestro era el Mesías, no hacía algo para conseguir la liberación de Juan. ¿Cómo podía permitir que su fiel heraldo perdiese la libertad y tal vez la vida?

“Estas preguntas no quedaron sin efecto. Sugirieron a Juan dudas que de otra manera nunca se le habrían presentado” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 185).

4. ¿Qué podemos aprender de la respuesta tranquilizante que Jesús envió a su precursor? Mateo 11:4, 5.

“El Salvador no respondió inmediatamente a la pregunta de los discípu­los. Mientras ellos estaban allí de pie, extrañados por su silencio, los enfermos y afligidos acudían a Él para ser sanados. Los ciegos se abrían paso a tientas a través de la muchedumbre; los aquejados de todas clases de enfermedades, algunos abriéndose paso por su cuenta, otros llevados por sus amigos, se agol­paban ávidamente en la presencia de Jesús. La voz del poderoso Médico pene-traba en los oídos de los sordos. Una palabra, un toque de su mano, abría los ojos ciegos para que contemplasen la luz del día, las escenas de la naturaleza, los rostros de sus amigos y la faz del Libertador. Jesús reprendía a la enfer­medad y desterraba la fiebre. Su voz alcanzaba los oídos de los moribundos, quienes se levantaban llenos de salud y vigor. Los endemoniados paralíti­cos obedecían su palabra, su locura los abandonaba, y le adoraban. Mientras sanaba sus enfermedades, enseñaba a la gente. Los pobres campesinos y tra­bajadores, a quienes rehuían los rabinos como inmundos, se reunían cerca de Él, y Él les hablaba palabras de vida eterna” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 187, 188).

BENDECIDO EL QUE GANA LA VICTORIA SOBRE LA DUDA

5. ¿Qué se les promete a aquellos que no dudan de Él o de su obra? Mateo 11:6; Juan 6:61, 62.

“Así iba transcurriendo el día, viéndolo y oyéndolo todo los discípulos de Juan. Por fin, Jesús los llamó a sí y los invitó a ir y contar a Juan lo que habían presenciado, añadiendo: ‘Bienaventurado es el que no fuere escandalizado en mí’. La evidencia de su divinidad se veía en su adaptación a las necesidades de la humanidad doliente. Su gloria se revelaba en su condescendencia con nuestro bajo estado” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 188).

MÁS QUE PROFETA

6. ¿Qué testimonio altamente positivo dio Jesús acerca de Juan el Bautista? ¿Comprendemos en qué consistía su grandeza? Mateo 11:7-11; Lucas 1:15.

“Como heraldo del Mesías, Juan fue ‘más que profeta’. Porque mientras que los profetas habían visto desde lejos el advenimiento de Cristo, le fue dado a Juan contemplarle, oír el testimonio del cielo en cuanto a su carácter de Mesías, y presentarle a Israel como el Enviado de Dios. Sin embargo, Jesús dijo: ‘El que es más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él’.

El profeta Juan era el eslabón que unía las dos dispensaciones. Como re-presentante de Dios, se dedicaba a mostrar la relación de la ley y los profetas con la dispensación cristiana. Era la luz menor, que había de ser seguida por otra mayor. La mente de Juan era iluminada por el Espíritu Santo, a fin de que pudiese derramar luz sobre su pueblo; pero ninguna luz brilló ni brillará jamás tan claramente sobre el hombre caído, como la que emanó de la ense­ñanza y el ejemplo de Jesús. Cristo y su misión habían sido tan sólo obscura­mente comprendidos bajo los símbolos y las figuras de los sacrificios. Ni Juan mismo había comprendido plenamente la vida futura e inmortal a la cual nos da acceso el Salvador” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 191).

7. ¿Es nuestra misión similar a la obra de Juan el Bautista? ¿Qué podemos aprender de él y su obra? Mateo 11:12-14; Malaquías 4:5.

“Juan vino con el espíritu y el poder de Elías a proclamar el primer advenimiento de Jesús. Se me señalaron los últimos días y vi que Juan representaba a aquellos que iban a salir con el espíritu y el poder de Elías para pregonar el día de ira y el segundo advenimiento de Jesús” (Primeros Escritos, págs. 154, 155).

HOY SE DEBE HACER LA MISMA OBRA

“En este tiempo de apostasía casi universal, Dios exige que sus mensaje­ros proclamen su ley con el espíritu y el poder de Elías. Así como Juan el Bautista, al preparar un pueblo para el primer advenimiento de Cristo, llamó su atención a los Diez Mandamientos, así debemos dar el mensaje nítida-mente: ‘Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado’. Debemos esforzarnos para preparar el camino para el segundo advenimiento de Cristo, con el mismo fervor que caracterizó a Elías el profeta y a Juan el Bautista (The Southern Watchman, 21 de Marzo, 1905)” (Comentario Bíblico Adventista, tomo 4, pág. 1206).