sábado, 19 de mayo de 2012

ES EL TIEMPO DE LA COSECHA

“Vemos la gran necesidad de obra misionera para llevar la verdad no solamente a los países extranjeros, sino a las personas que viven cerca de nosotros. A nuestro alrededor hay ciudades y pueblos en los cuales no se hace ningún esfuerzo para salvar almas. ¿Por qué no se establecen en estas ciudades y pueblos algunas familias que conocen la verdad presente, para implantar allí el estandarte de Cristo, trabajando con humildad, no según sus propios métodos, sino según los métodos de Dios para llevar la luz a los que no la conocen?” (Servicio Cristiano Eficaz, pág. 225).

UN ALIMENTO ESPIRITUAL ESPECIAL PARA EL ALMA

1. ¿Cómo contestó Jesús a la amable invitación de los discípu­los? ¿Qué revela la respuesta que les dio? Juan 4:31, 32; Mateo 4:4.

“En la palabra de Dios está la energía creadora que llamó los mundos a la existencia. Esta palabra imparte poder; engendra vida. Cada orden es una promesa; aceptada por la voluntad, recibida en el alma, trae consigo la vida del Ser infinito. Transforma la naturaleza y vuelve a crear el alma a imagen de Dios.

“De igual modo se sostiene la vida así impartida. El hombre vivirá de ‘toda palabra que sale de la boca de Dios’” (La Educación, pág. 126).

2. ¿Comprendieron los discípulos sus palabras? ¿Qué profundo significado espiritual descubrimos en este mensaje? Juan 4:33, 34; 5:36; 6:38.

“Cuando la iglesia tenga verdaderamente el espíritu del mensaje, estas familias aplicarán todas sus energías a la obra de salvar a las almas por las cuales Cristo murió. Entrarán en nuevos campos. Algunos que no han sido ordenados al ministerio trabajarán como colaboradores con Dios visitando las iglesias, tratando de fortalecer lo que todavía queda y que está a punto de fenecer. Habrá miembros laicos que se mudarán a pueblos y ciudades, y a lugares aparentemente apartados, para permitir que la luz que Dios les ha dado brille e ilumine a los demás” (Servicio Cris­tiano Eficaz, pág. 225).

“Hay ocasiones cuando le parece imposible al siervo de Dios hacer la obra que necesita hacerse... Algunos temen que con las facilidades pues­tas a su disposición no pueden hacer todo lo que sienten que es su deber hacer. Pero si avanzan por fe, se revelará la salvación de Dios, y la pros­peridad acompañará sus esfuerzos. El que ha ordenado a sus siervos ir por todas partes del mundo, sostendrá a todo obrero que en obediencia a su mandato procure proclamar su mensaje” (Los Hechos de los Apóstoles, págs. 287, 288).

LISTOS PARA LA SIEGA

3. Al mirar los campos, ¿qué vio Jesús que estaba listo para la siega? Juan 4:35.

“Mientras Jesús estaba todavía sentado a orillas del pozo, miró los campos de la mies que se extendían delante de Él, y cuyo suave verdor parecía dorado por la luz del sol. Señalando la escena a sus discípulos, la usó como símbolo: ‘¿No decís vosotros: Aun hay cuatro meses hasta que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad las regiones, porque ya están blancas para la siega’. Y mientras hablaba, miraba a los grupos que se acercaban al pozo. Faltaban cuatro meses para la siega, pero allí había una mies ya lista para la cosecha” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 162).

4. ¿Qué recompensa tiene el obrero que está activo en el campo del Señor? ¿Comprendemos la recompensa eterna que recibirá? Juan 4:36.

“‘El que siega –dijo,– recibe salario, y allega fruto para vida eterna; para que el que siembra también goce, y el que siega. Porque en esto es el dicho verdadero: que uno es el que siembra, y otro es el que siega’. En estas palabras, señala Cristo el servicio sagrado que deben a Dios los que reciben el Evangelio. Deben ser sus agentes vivos. El requiere su servicio individual. Y sea que sembremos o seguemos, estamos trabajando para Dios. El uno esparce la simiente; el otro junta la mies; pero tanto el sem­brador como el segador reciben galardón. Se regocijan juntos en la recom­pensa de su trabajo” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 162).

RECOLECCIÓN DE LA SIEMBRA ANTERIOR

5. Si el sembrador espiritual no llega a recoger el fruto de sus propios esfuerzos, ¿con qué esperanza continua traba­jando? Juan 4:37, 38.

“El Salvador estaba mirando hacia adelante, a la gran recolección del día de Pentecostés. Los discípulos no habían de considerarla como el resultado de sus propios esfuerzos. Estaban entrando en las labores de otros hombres. Desde la caída de Adán, Cristo había estado confiando la semilla de su palabra a sus siervos escogidos, para que la sembrasen en corazones humanos. Y un agente invisible, un poder omnipotente había obrado silenciosa pero eficazmente, para producir la mies. El rocío, la lluvia y el sol de la gracia de Dios habían sido dados para refrescar y nutrir la semilla de verdad. Cristo iba a regar la semilla con su propia sangre. Sus discípulos tenían el privilegio de colaborar con Dios. Eran colaboradores con Cristo y con los santos de la antigüedad. Por el derra­mamiento del Espíritu Santo en Pentecostés, se iban a convertir millares en un día. Tal era el resultado de la siembra de Cristo, la mies de su obra” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 162, 163).

RECOLECCIÓN EN UN ÁREA INESPERADA

6. Al oír el mensaje de Jesús, ¿qué sucedió con muchos samaritanos que los judíos tanto despreciaban? Juan 4:39, 40.

“En las palabras dichas a la mujer al lado del pozo, una buena simiente había sido sembrada, y cuán pronto se había obtenido la mies. Los samaritanos vinieron y oyeron a Jesús y creyeron en Él. Rodeándole al lado del pozo, le acosaron a preguntas, y ávidamente recibieron sus expli­caciones de las muchas cosas que antes les habían sido obscuras. Mien­tras escuchaban, su perplejidad empezó a disiparse. Eran como gente que hallándose en grandes tinieblas siguen un repentino rayo de luz hasta encontrar el día. Pero no les bastaba esta corta conferencia. Ansiaban oír más, y que sus amigos también oyesen a este maravilloso Maestro. Le invitaron a su ciudad, y le rogaron que quedase con ellos. Permaneció, pues, dos días en Samaria, y muchos más creyeron en Él” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 163).

7. ¿Fue el prejuicio de la gente contra los judíos un obstáculo o le aceptaron con verdadera convicción como al Salvador? Juan 4:41, 42.

“Los samaritanos creían que el Mesías había de venir como Reden­tor, no sólo de los judíos, sino del mundo. El Espíritu Santo, por medio de Moisés, lo había anunciado como profeta enviado de Dios. Por medio de Jacob, se había declarado que todas las gentes se congregarían a su alrededor; y por medio de Abrahán, que todas las naciones de la tierra serían benditas en Él. En estos pasajes basaba su fe en el Mesías la gente de Samaria. El hecho de que los judíos habían interpretado erróneamente a los profetas ulteriores, atribuyendo al primer advenimiento la gloria de la segunda venida de Cristo, había inducido a los samaritanos a descar­tar todos los escritos sagrados excepto aquellos que habían sido dados por medio de Moisés. Pero como el Salvador desechaba estas falsas inter­pretaciones, muchos aceptaron las profecías ulteriores y las palabras de Cristo mismo acerca del reino de Dios” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 163, 164).

EL SALVADOR DE TODOS

“Jesús había empezado a derribar el muro de separación existente entre judíos y gentiles, y a predicar la salvación al mundo. Aunque era judío, trataba libremente con los samaritanos, y anulaba así las costum­bres farisaicas de su nación. Frente a sus prejuicios, aceptaba la hos­pitalidad de este pueblo despreciado. Dormía bajo sus techos, comía en sus mesas –participando de los alimentos preparados y servidos por sus manos,– enseñaba en sus calles, y los trataba con la mayor bondad y cor­tesía” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 163, 164).