sábado, 19 de mayo de 2012

SANANDO AL PARALÍTICO

“El hablar de religión de una manera casual, el orar sin hambre del alma ni fe viviente, no vale nada. Una fe nominal en Cristo, que le acepta simplemente como Salvador del mundo, no puede traer sanidad al alma.... No es suficiente creer acerca de Cristo; debemos creer en Él. La única fe que nos beneficiará es la que le acepta a Él como Salvador personal; que nos pone en posesión de sus méritos” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 132).

ENFERMO E INCAPACITADO

1. ¿Qué pobre gente yacía bajo los pórticos del estanque de Betesda? ¿Cuál era su gran esperanza? Juan 5:2-4.

“En ciertos momentos las aguas de aquel estanque eran agitadas, y se creía comúnmente que esto era resultado de un poder sobrenatural, y que el primero que se sumergiera en el estanque, después del movimiento de las aguas, sanaría de cualquier enfermedad que tuviera. Centenares de enfermos acudían a aquel lugar; pero eran tantos que cuando el agua era agitada se precipitaban unos sobre otros y pisoteaban a hombres, mujeres y niños más débiles que ellos... Algunos pernoctaban bajo los portales, apiñándose en la orilla del estanque día tras día, con la vana esperanza de obtener alivio” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 171).

2. ¿Quién se encontraba en medio de esa multitud sufriente de lisiados? Juan 5:5.

“Jesús estaba otra vez en Jerusalén. Andando solo, en aparente medi­tación y oración, llegó al estanque. Vio a los pobres dolientes esperando lo que suponían ser su única oportunidad de sanar. Anhelaba ejercer su poder curativo y devolver la salud a todos los que sufrían. Pero era sábado. Multitudes iban al templo para adorar, y Él sabía que un acto de curación como éste excitaría de tal manera el prejuicio de los judíos que abreviaría su obra” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 171).

PALABRAS DE SANIDAD

3. ¿Qué pregunta hizo Jesús a este hombre enfermo al saber cuánto tiempo hacía que estaba en esa condición? Juan 5:6, 7.

“Pero el Salvador vio un caso de miseria suprema. Era el de un hombre que había estado imposibilitado durante treinta y ocho años. Su enferme­dad era en gran parte resultado de su propio pecado y considerada como juicio de Dios. Solo y sin amigos, sintiéndose privado de la misericordia de Dios, el enfermo había sufrido largos años....

“El enfermo estaba acostado en su estera, y levantaba ocasionalmente la cabeza para mirar al estanque, cuando un rostro tierno y compasivo se inclinó sobre él, y atrajeron su atención las palabras: ‘¿Quieres ser sano?’ La esperanza renació en su corazón. Sintió que de algún modo iba a reci­bir ayuda” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 171, 172).

4. ¿Le hizo otras preguntas el Redentor? ¿Cuánto se demoró Jesús en otorgarle lo que deseaba? Juan 5:8.

“Jesús no pide a este enfermo que ejerza fe en Él. Dice simplemente: ‘Levántate, toma tu lecho, y anda’. Pero la fe del hombre se aferra a esa palabra. En cada nervio y músculo pulsa una nueva vida, y se transmite a sus miembros inválidos una actividad sana. Sin la menor duda, dedica su voluntad a obedecer a la orden de Cristo, y todos sus músculos le respon­den. De un salto se pone de pie, y encuentra que es un hombre activo” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 172).

5. ¿Qué milagro sucedió apenas el Señor le dijo que se levan­tase y caminase? Juan 5:9.

“Jesús no le había dado seguridad alguna de ayuda divina. El hombre podría haberse detenido a dudar, y haber perdido su única oportunidad de sanar. Pero creyó la palabra de Cristo, y al obrar de acuerdo con ella recibió fuerza” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 172).

“Con nueva esperanza el enfermo mira a Jesús. La expresión de su rostro, el acento de su voz, no son como los de otro cualquiera. Su misma presencia parece respirar amor y poder. La fe del paralítico se aferra a la palabra de Cristo. Sin otra pregunta, se dispone a obedecer, y todo su cuerpo le responde.

“En cada nervio y músculo pulsa una nueva vida, y se transmite a sus miembros inválidos una actividad sana. De un salto se pone de pie, y emprende la marcha con paso firme y resuelto, alabando a Dios y regoci­jándose en sus fuerzas renovadas” (El Ministerio de Curación, pág. 55).

DESPUÉS DEL MILAGRO

6. ¿Cuál fue la reacción de los judíos al ver al hombre sano y caminando? ¿Alabaron a Dios por el gran milagro? Juan 5:10-13.

“El paralítico sanado se agachó para recoger su cama, que era tan sólo una estera y una manta, y al enderezarse de nuevo con una sensación de deleite, miró en derredor buscando a su libertador; pero Jesús se había perdido entre la muchedumbre. El hombre temía no conocerle en caso de volver a verlo. Mientras se iba apresuradamente con paso firme y libre, alabando a Dios y regocijándose en la fuerza que acababa de recobrar, se encontró con varios fariseos e inmediatamente les contó cómo había sido curado. Le sorprendió la frialdad con que escuchaban su historia.

“Con frentes ceñudas, le interrumpieron, preguntándole por qué lleva-ba su cama en sábado. Le recordaron severamente que no era lícito llevar cargas en el día del Señor.... Esos gobernantes sabían muy bien que sólo uno se había demostrado capaz de realizar este milagro; pero deseaban una prueba directa de que era Jesús, a fin de poder condenarle como vio­lador del sábado. En su opinión, no sólo había quebrantado la ley sanando al enfermo en sábado, sino que había cometido un sacrilegio al ordenarle que llevase su cama” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 173).

7. ¿Qué mensaje significativo dio Jesús al hombre que había sanado cuando le encontró en el templo? ¿Encierra esto una lección de la que podemos aprender algo? Juan 5:14, 15.

“Muchos... como el paralítico de entonces, necesitan primeramente el perdón de sus pecados para luego aprender a ir y no pecar más” (The Medical Ministry, pág. 27).

“El pecado nos ha separado de la vida de Dios. Nuestras almas están paralizadas....

“El sentimiento del pecado ha envenenado las fuentes de la vida; pero Cristo dice: ‘Yo llevaré vuestros pecados; yo os daré paz. Os compré con mi sangre. Sois míos. Mi gracia fortalecerá vuestra voluntad debilitada; os libraré del remordimiento de vuestro pecado’. Cuando os asalten las tentacio­nes, cuando os veáis envueltos en perplejidad y cuidados, cuando, deprimidos y desalentados, estéis a punto de ceder a la desesperación, mirad a Jesús y las tinieblas que os rodeen se desvanecerán ante el resplandor de su presencia. Cuando el pecado contiende por dominar vuestra alma y agobia vuestra con­ciencia, mirad al Salvador. Su gracia basta para vencer el pecado” (El Minis-terio de Curación, pág. 56).

8. ¿Qué nos debería recordar este maravilloso milagro? ¿Qué esperanza nos ha sido dada a todos? Salmos 91:15; 50:15.

“Por la misma fe podemos recibir curación espiritual. El pecado nos separó de la vida de Dios. Nuestra alma está paralizada.... El Salvador se inclina hacia el alma adquirida por su sangre, diciendo con inefable ternura y com­pasión: ‘¿Quieres ser sano?’ Él os invita a levantaros llenos de salud y paz. No esperéis hasta sentir que sois sanos. Creed en su palabra, y se cumplirá. Poned vuestra voluntad de parte de Cristo. Quered servirle, y al obrar de acuerdo con su palabra, recibiréis fuerza” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 172, 173).

CONFESIÓN Y SANIDAD

Orar por los enfermos es algo muy solemne y no debemos hacer esto des­cuidada y apresuradamente. “Debiéramos averiguar si los que serán bendecidos con salud se han dedicado a hablar mal de otros, si han tenido desave­nencias con los demás y si han participado en disensiones. ¿Han manifestado espíritu de discordia entre los hermanos y hermanas de la iglesia? Si han llevado a cabo estas cosas debieran confesarlas delante de Dios y la iglesia. Después de haber confesado lo que han hecho mal, estas personas que buscan oración pueden ser presentadas delante de Dios con fervor y fe, siguiendo la inspiración del Espíritu Santo” (El Conflicto de los Siglos, pág. 371).