lunes, 13 de diciembre de 2010

Reconciliación

“Uno de los últimos mandamientos que Cristo diera a sus discípulos fue: ‘Que os améis los unos a los otros: como os he amado’. ¿Estamos obedeciendo este mandato, o estamos condescendiendo con rasgos de carácter hirientes y no cristianos? Si de alguna forma hemos agraviado o herido a otros, es nuestro deber confesar nuestra falta y buscar la reconciliación. Esta es una condición esencial para que podamos presentarnos a Dios con fe y pedir su bendición” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 110).

LOS ERRORES HACEN DAÑO

1. Considerando las debilidades típicas de la naturaleza humana, ¿qué puede suceder en nuestra relación con los demás? ¿Es esta una razón para ocuparnos de nuestros propios errores o de los demás? ¿Qué debemos siempre recordar de nuestra propia conducta?  Lucas 17:1, 2.

Dijo Jesús a sus discípulos: Imposible es que no vengan tropiezos; mas ¡ay de aquel por quien vienen!. Mejor le fuera que se le atase al cuello una piedra de molino y se le arrojase al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeñitos. 

“¿Por qué empleó Jesús este lenguaje vehemente, que no podría haber sido más enérgico? Porque ‘el Hijo del hombre vino a salvar lo que se había perdido.’ ¿Habrán de tener sus discípulos menos consideración hacia las almas de sus semejantes que la manifestada por la Majestad del cielo? Cada alma costó un precio infinito, y ¡cuán terrible es el pecado de apartar un alma de Cristo de manera que para ella el amor, la humillación y la agonía del Salvador hayan sido vanos!” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 406).

2. ¿Qué peligro corremos cuando nos enojamos o usamos un lenguaje ofensivo?  Mateo 5:21, 22.

Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.

“Es cierto que hay una indignación justificable, aun en los seguidores de Cristo. Cuando vemos que Dios es deshonrado y su servicio  puesto en oprobio, cuando vemos al inocente oprimido, una justa indignación conmueve el alma. Un enojo tal, nacido de una moral  sensible, no es pecado. Pero los que por cualquier supuesta provocación se sienten libres para ceder a la ira o al resentimiento, están abriendo el corazón a Satanás. La amargura y animosidad deben ser desterradas del alma si queremos estar en armonía con el cielo” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 277).

“La  ley de Dios llega hasta los sentimientos y los motivos, tanto como a los actos  externos. Revela  los  secretos  del  corazón  proyectando  luz sobre cosas que antes estaban sepultadas en tinieblas. Dios conoce cada pensamiento, cada propósito, cada plan, cada motivo. Los  libros del cielo registran los pecados que se hubieran cometido si hubiese habido oportunidad. Dios traerá a juicio toda obra, con toda cosa encubierta. Con su ley mide el carácter de cada hombre (ST 31-7-1901)” (Comentario Bíblico Adventista, tomo 5, pág. 1061).

EN CASO DE OFENSA

3. ¿Qué principios seguirá un hijo de Dios cuando alguien le ofenda? Levítico 19:16, 17; Mateo 18:15, primera parte.

No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová. No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos.

“Cuando los padres, y especialmente las madres, tengan un sentido verdadero de la obra importante y cargada de responsabilidad que Dios les ha dado que hacer, no se enfrascarán tanto en los asuntos que conciernen a sus vecinos, pero no les atañen a ellas. No irán de casa en casa para entregarse a chismes corrientes ni se espaciarán en los defectos, yerros e inconsecuencias de sus prójimos. Sentirán tanta preocupación por sus propios hijos que no podrán hallar tiempo para pensar en el oprobio de sus vecinos. Los chismosos y los cuenteros son una terrible maldición para el barrio y la iglesia. Dos tercios de todas las pruebas en la iglesia tienen esta causa” (Testimonios para la Iglesia, tomo 2, pág. 414).

“Los ministros de Cristo debieran levantarse y dedicarse con todas sus energías a llevar a cabo la obra de Dios. No se excusa a los siervos de Dios si ellos retienen los testimonios directos. Debieran censurar y desaprobar el mal y no permitir que un hermano viva en pecado” (Testimonios para la Iglesia, tomo 1, pág. 196).

4. ¿Qué enseñó Jesús con respecto a la reconciliación en caso de ofensa? Lucas 17:3.

Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale.

Pregunta personal: ¿Con qué prontitud ves y  reconoces  tus propios errores y ofensas hacia los demás?  “… Pero el pecado no ha de ser  considerado livianamente. El Señor nos ha ordenado que no toleremos las faltas de nuestro hermano. Él dice: ‘Si pecare contra ti tu hermano, repréndele’. El pecado ha de ser llamado por su propio nombre, y ha de ser presentado claramente delante del que lo comete…

“Si un cristiano es maltratado por su hermano, no recurra a los incrédulos… Siga las instrucciones que ha dado Cristo. En vez de tratar de vengarse, trate de salvar a su hermano.  Dios guardará los intereses de los que le aman y temen, y con confianza podemos encomendar nuestro caso a Aquel que juzga rectamente” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 194).

RECONCILIÁOS RÁPIDAMENTE

5. Cuando tenemos dificultades con otra persona, ¿cómo se pueden resolver rápidamente las diferencias? ¿Qué puede suceder si no se hace esto?  Efesios 4:26; Mateo 5:25, 26.

Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo. PONTE DE ACUERDO CON TU ADVERSARIO PRONTO, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante.

“El pecado es pecado, ya sea que lo cometa el que ocupa un trono o el más humilde. Vendrá el día cuando todos los que han cometido pecado lo confesarán, aunque sea demasiado tarde para que reciban perdón. Dios espera mucho tiempo para que el pecador se arrepienta. Manifiesta una tolerancia admirable” (Comentario Bíblico Adventista, tomo 3, pág. 1165).

“Ha surgido gente sin dominio propio; no han puesto freno a su genio ni a su lengua; y algunos de  los  tales pretenden  ser  seguidores de Cristo, pero no lo son. Jesús no les dio tal ejemplo… Algunos son nerviosos, y si comienzan a perder el dominio propio en palabra o en genio ante la provocación, se intoxican tanto con la ira como el ebrio con su licor. Son irrazonables y no es fácil persuadirlos o convencerlos. No están sanos; momentáneamente Satanás  los domina en forma plena.

Cada una de estas manifestaciones de ira debilita el sistema nervioso y las facultades morales, y hace más difícil el dominio de la pasión frente a otra provocación… “Pero hay esperanza para ellos. Poned esta vida, tan tormentosa debido a sus conflictos y dificultades, en relación con Cristo, y el yo no pretenderá más tener la supremacía” (Hijos e Hijas de Dios, pág. 144).

CONFESIÓN Y PERDÓN

6. Si se repiten las ofensas y el ofensor continúa expresando su tristeza por ello, ¿cómo se le debe tratar? ¿Qué hace posible que una persona perdone a otra sincera y completamente?  Lucas 17:4; Juan 16:7, 8.

Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el CONSOLADOR no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 

“Con demasiada frecuencia, cuando se cometen faltas en forma repetida y el que las comete las confiesa, el perjudicado se cansa, y piensa que ya ha perdonado lo suficiente.

Pero el Salvador nos ha dicho claramente cómo debemos tratar al que yerra: ‘Si pecare contra ti tu hermano, repréndele; y si se arrepintiera, perdónale’. No lo apartes como indigno de tu confianza. Considérate ‘a ti mismo, porque tú no seas también tentado’. “Si tus hermanos yerran debes perdonarlos. Cuando vienen a ti confesando sus faltas, no debes decir: No creo que sean lo suficientemente humildes. No creo que sientan su confesión. ¿Qué derecho tienes para juzgarlos, como si pudieras leer el corazón?

“Nosotros mismos debemos todo a la abundante gracia de Dios. La gracia en el pacto ordenó nuestra adopción. La gracia en el Salvador efectuó nuestra redención, nuestra regeneración y nuestra exaltación a ser coherederos con Cristo. Sea revelada esta gracia a otros” (Palabras de Vida del Gran Maestro, págs. 194, 195).

7. ¿Qué debemos hacer si ofendemos a alguien y nos damos cuenta del error? ¿Qué se debe hacer inmediatamente? Mateo 5:23, 24.

Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, RECONCÍLIATE PRIMERO CON TU HERMANO, y entonces ven y presenta tu ofrenda.

“Muchos son celosos en los servicios religiosos, mientras que entre ellos y sus hermanos hay desgraciadas divergencias que podrían  reparar. Dios exige de ellos que hagan cuanto puedan para restaurar la armonía. Antes que hayan hecho  esto, no puede aceptar sus servicios. El deber del cristiano en este asunto está claramente señalado” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 277).

MEDITACIÓN

“No demos al que yerra ocasión de desanimarse… No se levante en la mente o el corazón un amargo desprecio. No se manifieste en la voz un dejo de escarnio. Si hablas una palabra tuya, si adoptas una actitud de indiferencia, o muestras sospecha o desconfianza, esto puede provocar la ruina de un alma. El que yerra necesita un hermano que posea el corazón del Hermano Mayor, lleno de simpatía para tocar su corazón humano. Sienta él el fuerte apretón de una mano de simpatía, y oiga el susurro: oremos. Dios les dará a ambos una rica experiencia. La oración nos une mutuamente y con Dios. La oración trae a Jesús a nuestro lado, y da al alma desfalleciente y perpleja nueva energía para vencer al mundo, a la carne y al demonio. La oración aparta los ataques de Satanás” (P.V.G.M., pág. 195).

ESTUDIO ADICIONAL

· Mateo 18:18-35; Testimonios para la Iglesia, tomo 3, págs. 471, 472, 478, 479.