lunes, 13 de diciembre de 2010

La contribución al templo

“Todos los que quieran ser soldados de la cruz de Cristo deben ceñirse la armadura y prepararse para el conflicto. No debieran ser  intimidados por amenazas ni aterrorizados por riesgos. Deben ser precavidos en el peligro, y sin embargo firmes y valientes en afrontar al enemigo y reñir la batalla de Dios. La consagración del seguidor de Cristo debe ser completa. Padre, madre, esposa, hijos, casas, tierras, todo debe considerarse como secundario ante la obra y la causa de Dios. Debe estar dispuesto a llevar paciente, alegre y gozosamente cualquier cosa que en la providencia de Dios sea llamado a sufrir.

Su recompensa final será compartir con Cristo el trono de gloria inmortal” (Conflict and Courage, pág. 128).

UN REQUISITO

1. ¿Qué se requería en Israel de los hombres que eran considerados responsables del tabernáculo? Éxodo 30:12, 13; 38:26.

Cuando tomes el número de los hijos de Israel conforme a la cuenta de ellos, cada uno dará a Jehová el rescate de su persona, cuando los cuentes, para que no haya en ellos mortandad cuando los hayas contado. Esto dará todo aquel que sea contado; medio siclo, conforme al siclo del santuario. El siclo es de veinte geras. La mitad de un siclo será la ofrenda a Jehová. Medio siclo por cabeza, según el siclo del santuario; a todos los que pasaron por el censo, de edad de veinte años arriba, que fueron seiscientos tres mil quinientos cincuenta. 

“El diezmo debía consagrarse única y exclusivamente al uso de los levitas, la tribu que había sido apartada para el servicio del santuario.   Pero de ningún modo era éste el límite de sus contribuciones para fines religiosos. El tabernáculo, como después el templo, se erigió totalmente con ofrendas voluntarias; y para sufragar los gastos de las reparaciones necesarias y otros desembolsos, Moisés mandó que  en ocasión de cada censo del pueblo, cada uno diera medio siclo para el servicio del santuario.  (Véase Éxo. 30:12-16; 2 Rey. 12:4, 5; 2 Crón. 24: 4, 13). En el tiempo de Nehemías se hacía una contribución anual para estos fines (Neh. 10:32, 33). De vez en cuando se ofrecían sacrificios expiatorios y de agradecimiento a Dios. Estos eran traídos en grandes cantidades durante las fiestas anuales. Y se proveía generosamente para el cuidado de los pobres” (Patriarcas y Profetas, pág. 567).

2. ¿Qué se hizo en tiempos del rey Joás (836-797 a. C.) para proveer fondos para restaurar la casa de Dios?  2 Crónicas 24:8, 9.

Mandó, pues, el rey que hiciesen un arca, la cual pusieron fuera, a la puerta de la casa de Jehová; e hicieron pregonar en Judá y en Jerusalén, que trajesen a Jehová la ofrenda que Moisés siervo de Dios había impuesto a Israel en el desierto. 

UN ACERTIJO

3. ¿Se recolectaba esta contribución en tiempos de Jesús? ¿Qué le preguntó el recaudador a Pedro? Mateo 17:24.

SI. Cuando llegaron a Capernaum, vinieron a Pedro los que cobraban las dos dracmas,y le dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?

“Poco después de llegar a la ciudad, el cobrador del impuesto para el templo vino a Pedro preguntando: ‘¿Vuestro Maestro no paga las dos dracmas?’ Este tributo no era un impuesto civil, sino una contribución religiosa exigida anualmente a cada judío para el sostén del templo. El negarse a pagar el tributo sería considerado como deslealtad al templo, lo que era en la estima de los rabinos un pecado muy grave. La actitud del Salvador hacia las leyes rabínicas, y sus claras reprensiones a los defensores de la tradición, ofrecían un pretexto para acusarle de estar tratando de destruir el servicio del templo. Ahora sus enemigos vieron una oportunidad para desacreditarle. En el cobrador del  tributo encontraron un aliado dispuesto”  (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 399, 400).

4. ¿Qué contestó Pedro sin antes haber consultado a Jesús? Mateo 17:25, primera parte. ¿Comprendió en su totalidad la motivación del que lo interrogaba?

El dijo: Sí.  NO comprendió Pedro del todo a esta interrogante.

“Pedro vio en la pregunta del cobrador una insinuación de sospecha acerca de la lealtad de Cristo hacia el templo. Celoso del honor de su Maestro, contestó apresuradamente, sin consultarle, que Jesús pagaría el tributo.

“Pero Pedro había comprendido tan sólo parcialmente el propósito del indagador. Ciertas clases de personas estaban exentas de pagar el tributo. En el tiempo de Moisés, cuando los levitas fueron puestos aparte para el servicio del santuario, no les fue dada herencia entre el pueblo. El Señor dijo: ‘Por lo cual Leví no tuvo parte ni heredad con sus hermanos: Jehová es su heredad.’ En el tiempo de Cristo, los sacerdotes y levitas eran todavía considerados como dedicados especialmente al templo, y no se requería de ellos que diesen la contribución anual para su sostén. También los profetas estaban exentos de ese pago. Al requerir el tributo de Jesús, los rabinos negaban su derecho como profeta o maestro, y  trataban con Él como con una persona común. Si se negaba a pagar el tributo, ello sería presentado como deslealtad al templo; mientras que por otro lado, el pago justificaría la actitud que asumían al no reconocerle como profeta” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 400).

CLARIFICACIÓN Y SOLUCIÓN

5. ¿Cómo ayudó Jesús a Pedro para que viera  las cosas de una manera diferente con respecto a este asunto? Mateo 17:25, 26.

El dijo: Sí. Y al entrar él en casa, Jesús le habló primero, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos, o de los extraños? Pedro le respondió: De los extraños. Jesús le dijo: Luego los hijos están exentos.

“Cuando Pedro entró en la casa, el Salvador no se refirió a lo que había sucedido, sino que preguntó: ‘¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quién cobran los tributos o el censo? ¿De sus hijos o de los extraños? Pedro le dice: De los extraños.’ Jesús dijo: ‘Luego los hijos son francos.’ Mientras que los habitantes de un país tienen que pagar impuesto para sostener a su rey, los hijos del monarca son eximidos.

Así también Israel, el profeso pueblo de Dios, debía sostener su culto; pero Jesús, el Hijo de Dios, no se hallaba bajo esta obligación. Si los sacerdotes y levitas estaban exentos por su relación con el  templo, con cuánta más  razón Aquel para quien el templo era la casa de su Padre.

“Si Jesús hubiese pagado el tributo sin protesta, habría reconocido virtualmente la justicia del pedido, y habría negado así su divinidad. Pero aunque consideró propio satisfacer la demanda, negó la pretensión sobre la cual se basaba. Al proveer para el pago del tributo, dio evidencia de su carácter divino. Quedó de manifiesto que Él era uno con Dios, y por lo tanto no se hallaba bajo tributo como mero súbdito del Rey” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 400, 401).

6. ¿Cuál era el principio de Jesús al tratar temas sensibles como este? Mateo 17:27, primera parte. ¿Cómo se aplica esto hoy?

Sin embargo, para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo.

“Aunque Jesús demostró claramente que no se hallaba bajo la obligación de pagar tributo, no entró en controversia alguna con los judíos acerca del asunto; porque ellos hubieran interpretado mal sus palabras, y las habrían vuelto contra Él. Antes que ofenderlos reteniendo el tributo, hizo aquello que no se le podía exigir con justicia.

Esta lección iba a ser de gran valor para sus discípulos. Pronto se iban a realizar notables cambios en su relación con el servicio del templo, y Cristo les enseñó a no colocarse  innecesariamente en antagonismo con el orden establecido. Hasta donde fuese posible, debían evitar el dar ocasión para que su fe fuese mal interpretada.

Aunque los cristianos no han de sacrificar un solo principio de la verdad, deben evitar la controversia siempre que sea posible” (El Deseado de Todas  las Gentes, pág. 401).

7. ¿Cómo resolvió este asunto, demostrando así, una vez más, su calidad de Señor del cielo y la tierra? Mateo 17:27, segunda parte. ¿Qué  lección de confianza es particularmente  importante para cada cristiano en todas las áreas de la vida? 

Y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero (moneda antigua); tómalo, y dáselo por mí y por ti.

“Los más humildes y más pobres de los discípulos de Jesús pueden ser una bendición para otros. Pueden no echar de ver que están haciendo algún bien especial, pero por su influencia inconsciente pueden derramar bendiciones abundantes que se extiendan y profundicen, y cuyos benditos resultados no se conozcan hasta el día de la recompensa final. Ellos no sienten ni saben que están haciendo alguna cosa grande. No necesitan cargarse de ansiedad por el éxito. Tienen solamente que seguir adelante con tranquilidad, haciendo fielmente la obra que la providencia de Dios indique, y su vida no será inútil. Sus propias almas crecerán cada vez más a la semejanza de Cristo; son colaboradores de Dios en esta vida, y así se están preparando para  la obra más elevada y el gozo sin sombra de  la vida venidera” (El Camino a Cristo, pág. 83).

“Aunque había revestido su divinidad con la humanidad, en este milagro reveló su gloria. Era evidente que era Aquel que había declarado  por medio  de David: ‘Porque mía es  toda bestia del bosque, y  los millares de animales en  los collados.

Conozco todas las aves de los montes, y en mi poder están las fieras del campo. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti: porque mío es el mundo y su plenitud’” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 401).

MEDITACIÓN

“Dios nos habla mediante sus obras providenciales y por la influencia de su Espíritu Santo en el corazón. En nuestras circunstancias y ambiente, en los cambios que suceden diariamente en torno nuestro, podemos encontrar preciosas lecciones, si tan sólo nuestros corazones están abiertos para recibirlas. El salmista, trazando la obra de la Providencia divina, dice: ‘La tierra está llena de la misericordia de Jehová’ (Salmo 33:5). ‘¡Quien sea sabio, observe estas cosas; y consideren todos la misericordia de Jehová!’ (Salmo 107:43)” (Camino Cristo, pág. 86).

ESTUDIO ADICIONAL: Mateo 22:15-22; Romanos 13:1-7; Consejos para la Escuela Sabática, pág. 146.