lunes, 13 de diciembre de 2010

Calmando la tempestad

“Somos tan impotentes en esto como los discípulos para calmar la rugiente tempestad. Pero el que calmó las olas de Galilea ha pronunciado la palabra que puede impartir paz a cada alma. Por fiera que sea la tempestad, los que claman a Jesús: ‘Señor, sálvanos’ hallarán liberación. Su gracia, que reconcilia al alma con Dios, calma las contiendas de las pasiones humanas, y en  su amor el corazón descansa. ‘Hace parar la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Alégrense luego porque se reposaron; y Él los guía al puerto que deseaban.’ ‘Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.’  ‘Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de justicia, reposo y seguridad para siempre’” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 303, 304).

LA TEMPESTAD EN EL LAGO

1. Después de un largo día, ¿qué instrucción dio Jesús a sus discípulos? Marcos 4:35, 36.

Jesús estaba dando instrucciones (parábolas), a sus seguidores y sanando, y luego de un largo día. Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. 

2. Poco después de su partida, ¿qué hizo Jesús? ¿Qué sucedió de pronto? Lucas 8:23; Marcos 4:37.

Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban (inundaban) y peligraban. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.

“Durante todo el día había estado enseñando y sanando; y al llegar la noche, las muchedumbres se agolpaban todavía en derredor de Él. Día tras día, las había atendido, sin detenerse casi para comer y descansar. Las críticas maliciosas y las falsas representaciones con que los fariseos le perseguían constantemente, hacían sus labores más pesadas y agobiadoras. Y ahora el fin del día le hallaba tan sumamente cansado que resolvió retirarse a algún lugar solitario al otro lado del lago…

“El Salvador estaba por fin aliviado de la presión de la multitud, y, vencido por el cansancio y el hambre, se acostó en la popa del barco y no tardó en quedarse dormido. El anochecer había sido sereno y plácido, y la calma reinaba sobre el lago.

Pero de repente las tinieblas cubrieron el cielo, bajó un viento furioso por los desfiladeros de las montañas, que se abrían a lo largo de la orilla oriental, y una violenta tempestad estalló sobre el lago” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 300, 301).

SEÑOR DEL VIENTO Y DEL MAR

3. ¿Cuán desesperante se volvió la situación? ¿Qué grito expresó el temor de los discípulos? Lucas 8:24, primera parte; Marcos 4:38.

Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?

“El sol se había puesto y la negrura de la noche se asentó sobre el tormentoso mar. Las olas, agitadas por los furiosos vientos, se arrojaban bravías contra el barco de los discípulos y amenazaban hundirlo. Aquellos valientes pescadores habían pasado su vida sobre el lago, y habían guiado su embarcación a puerto seguro a través de muchas tempestades; pero ahora su fuerza y habilidad no valían nada. Se hallaban impotentes en las garras de la tempestad, y desesperaron al ver cómo su barco se anegaba.

“Absortos en sus esfuerzos para salvarse, se habían olvidado de que Jesús estaba a bordo. Ahora, reconociendo que eran vanas sus labores y viendo tan sólo la muerte delante de sí, se acordaron de Aquel a cuya orden habían emprendido la travesía del mar. En Jesús se hallaba su única esperanza. En su desamparo y desesperación clamaron: ‘¡Maestro, Maestro!’ Pero  las densas tinieblas le ocultaban de  su vista. Sus voces eran ahogadas por el rugido de la tempestad y no recibían respuesta. La duda y el temor los asaltaban. ¿Les habría abandonado Jesús? ¿Sería ahora impotente para ayudar a sus discípulos Aquel que había vencido la enfermedad, los demonios y aun la muerte? ¿No se acordaba de ellos en su angustia?” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 301).

4. ¿Cómo reaccionó Jesús a su llamado de ayuda? ¿Qué revelaron sus acciones con respecto a su amor y poder?  Marcos 4:39; Lucas 8:24, última parte.

Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza. 

“Sus clamores despertaron a Jesús. Pero al iluminarle el resplandor del rayo, vieron la paz del cielo relejada en su rostro; leyeron en su mirada un amor abnegado y tierno, y sus corazones  se volvieron a Él para exclamar: ‘Señor, sálvanos, que perecemos.’

“Nunca dio un alma expresión a este clamor sin que fuese oído. Mientras los discípulos asían sus remos para hacer un postrer esfuerzo, Jesús se levantó. De pie en medio de los discípulos, mientras la tempestad rugía, las olas se rompían sobre ellos y el relámpago iluminaba su rostro, levantó la mano, tan a menudo empleada en hechos de misericordia, y dijo al mar airado: ‘Calla, enmudece’” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 302).

5. ¿Qué les dijo Jesús? ¿Qué reveló su emergencia? Marcos 4:40. Reflexión: ¿Cómo actuaríamos nosotros en una situación similar?

Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?

“La tempestad cesó. Las olas reposaron. Disipáronse las nubes y las estrellas volvieron a resplandecer. El barco descansaba sobre un mar sereno. Entonces, volviéndose a sus discípulos, Jesús les preguntó con tristeza: ‘¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?’” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 302).

Esta gran escena es para nosotros una gran enseñanza, en esta ocasión el mismo Salvador estaba con ellos y a pesar de eso, tuvieron miedo, pero nosotros no debemos temer jamás por que el Salvador siempre está junto a nosotros y nos librará de “toda tempestad y problemas”, siempre y cuando confiemos en El. En su infinito amor y misericordia no nos dejará jamás… Nunca perdamos la fe.

DANDO ÓRDENES AL VIENTO Y AL MAR

6. ¿Qué demostró el asombro de los discípulos ante la orden del Maestro al viento y al mar?  Mateo 8:27; Marcos 4:41; Lucas 8:25.

Reflexión: ¿Qué tiene especial importancia para nosotros en esta experiencia? 

Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen? Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?

“Así como Jesús reposaba por la fe en el cuidado del Padre, así también hemos de confiar nosotros en el cuidado de nuestro Salvador. Si los discípulos hubiesen confiado en Él, habrían sido guardados en paz. Su temor en el tiempo de peligro reveló su incredulidad. En sus esfuerzos por salvarse a sí mismos, se olvidaron de Jesús; y únicamente cuando desesperando de lo que podían hacer, se volvieron a Él, pudo ayudarles” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 303).

7. Además de las tempestades físicas, ¿qué otras tormentas puede subyugar el Señor? ¿Qué se necesita para que esto ocurra?  Efesios 2:14, primera parte; Juan 14:27.

Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno. La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. 

“¡Cuán a menudo experimentamos nosotros lo que experimentaron los discípulos! Cuando las tempestades de la tentación nos rodean y fulguran los fieros rayos y las olas nos cubren, batallamos solos con la tempestad, olvidándonos de que hay Uno que puede ayudarnos. Confiamos en nuestra propia fuerza hasta que perdemos nuestra esperanza y estamos a punto de perecer. Entonces nos acordamos de Jesús, y si clamamos a Él para que nos salve, no clamaremos en vano. Aunque Él con tristeza reprende nuestra incredulidad y confianza propia, nunca deja de darnos la ayuda que necesitamos. En la tierra o en el mar, si tenemos al Salvador en nuestro corazón, no necesitamos temer. La fe viva en el Redentor serenará el mar de la vida y de la manera que Él reconoce como la mejor nos librará del peligro” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 303).

PARA MEDITAR

“La vida de cada hombre testifica acerca de la verdad de las palabras de la Escritura: ‘Los impíos son como la mar en tempestad, que no puede estarse quieta… No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos.’ El pecado ha destruido nuestra paz. Mientras el yo no está subyugado, no podemos hallar descanso. Las pasiones predominantes en el corazón no pueden ser regidas por facultad humana alguna” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 303).

ESTUDIO ADICIONAL

El Deseado de Todas las Gentes, págs. 301-310.