lunes, 13 de diciembre de 2010

El pan de vida

“Mirando constantemente a Jesús con el ojo de la fe, seremos fortalecidos. Dios hará las revelaciones más preciosas a sus hijos hambrientos y sedientos. Hallarán que Cristo es un Salvador personal. A medida que se alimenten de su Palabra, hallarán que es espíritu y vida. La Palabra destruye la naturaleza terrenal y natural e imparte nueva vida en Cristo Jesús. El Espíritu Santo viene al alma como Consolador. Por el factor transformador de su gracia, la imagen de Dios se reproduce en el discípulo; viene a ser una nueva criatura. El amor reemplaza al odio y el corazón recibe la semejanza divina. Esto es lo que quiere decir vivir de ‘toda palabra que sale de la boca de Dios.’ Esto es comer el Pan que descendió del cielo” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 355).

INTERESES TEMPORALES

1. ¿Qué dijo Jesús a los que vinieron a buscarle a Capernaún? ¿Cuál era su interés principal? Juan 6:24-26.

Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaún, buscando a Jesús. Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. 

“No le buscaban por algún motivo digno; sino que como habían sido alimentados con los panes, esperaban recibir todavía otros beneficios temporales vinculándose con Él. El Salvador les instó: ‘Trabajad no por la comida que perece, mas por la comida que a vida eterna permanece.’ No busquéis solamente el beneficio material. No tenga por objeto vuestro principal esfuerzo proveer para la vida actual, pero buscad el alimento espiritual, a saber, esa sabiduría que durará para vida eterna. Sólo el Hijo de Dios puede darla; ‘porque a Éste señaló el Padre, que es Dios” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 348).

LA GRAN NECESIDAD

2. Impresionada por el gran milagro de Jesús cuando multiplicó los panes y los peces, ¿qué le pidió la gente? ¿Qué era lo más importante que Él deseaba darles? Juan 6:28, 29, 33.

Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 

“Por el momento se despertó el interés de los oyentes. Exclamaron: ‘¿Qué haremos para que obremos las obras de Dios?’ Habían estado realizando muchas obras penosas para recomendarse a Dios; y estaban listos para enterarse de cual­quier nueva observancia por la cual pudiesen obtener mayor mérito. Su pregunta significaba: ¿Qué debemos hacer para merecer el cielo? ¿Cuál es el precio requerido para obtener la vida venidera? “Respondió Jesús y díjoles: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado.’ El precio del cielo es Jesús. El camino al cielo es por la fe en ‘el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.’

“El que había dado el maná estaba entre ellos. Era Cristo mismo quien había conducido a los hebreos a través del desierto, y los había alimentado diariamente con el pan del cielo. Este alimento era una figura del verdadero pan del cielo. El Espíritu que fluye de la infinita plenitud de Dios y da vida es el verdadero maná” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 348, 349).

3. ¿Quién es el pan de vida eterna? ¿Cuál será el resultado de creer en Él y seguirle? Juan 6:34, 35, 37.

Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. 

“La enseñanza de los profetas aclaraba la profunda lección espiritual del milagro de los panes. Cristo trató de presentar esta lección a sus oyentes en la sinagoga. Si ellos hubiesen comprendido las Escrituras, habrían entendido sus palabras cuando dijo: ‘Yo soy el pan de vida.’ Tan sólo el día antes, la gran multi­tud, hambrienta y cansada, había sido alimentada por el pan que Él había dado.

Así como de ese pan habían recibido fuerza física y refrigerio, podían re­cibir de Cristo fuerza espiritual para obtener la vida eterna. ‘El que a mí viene –dijo,– nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.’ Pero añadió: ‘Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis’” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 350).

4. ¿Cuán poderoso es el prejuicio aún contra la gran Luz del mundo? ¿Qué es lo único que abre la mente para recibir la verdad? Juan 6:41, 43, 44.

Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Jesús respondió y les dijo: No murmuréis entre vosotros. Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. 

“El prejuicio de los fariseos era más hondo de lo que sus preguntas indica­ban; tenía su raíz en la perversidad de su corazón. Cada palabra y acto de Jesús despertaba en ellos antagonismo; porque el espíritu que ellos albergaban no podía hallar respuesta en Él…

“Nadie vendrá jamás a Cristo, salvo aquellos que respondan a la atracción del amor del Padre. Pero Dios está atrayendo todos los corazones a Él, y úni­camente aquellos que resisten a su atracción se negarán a venir a Cristo… “Se jactaban de que Dios era su maestro. Pero Jesús demostró cuán vano era este aserto; porque dijo: ‘Todo aquel que oyó del Padre, y aprendió, viene a mí.’ Únicamente por Cristo podían ellos recibir un conocimiento del Padre. La hu­manidad no podía soportar la visión de su gloria. Los que habían aprendido de Dios habían estado escuchando la voz del Hijo, y en Jesús de Nazaret iban a reconocer a Aquel a quien el Padre había declarado por la naturaleza y la reve­lación” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 351, 352).

VERDADERO PAN COTIDIANO

5. ¿Cuán importante es la verdadera fe en Jesús? ¿Cuál será el resul­tado de hacer de su vida, de su obra y de sus enseñanzas nuestro alimento diario? Juan 6:47, 50, 51, primera parte.

Es lo más importante. De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre.

“Cristo se hizo carne con nosotros, a fin de que pudiésemos ser espíritu con Él. En virtud de esta unión hemos de salir de la tumba, no simplemente como manifestación del poder de Cristo, sino porque, por la fe, su vida ha llegado a ser nuestra. Los que ven a Cristo en su verdadero carácter, y le reciben en el corazón, tienen vida eterna. Por el Espíritu es como Cristo mora en nosotros; y el Espíritu de Dios, recibido en el corazón por la fe, es el principio de la vida eterna… “El maná podía sostener solamente esta existencia terrenal; no im­pedía la llegada de la muerte, ni aseguraba la inmortalidad; mientras que el pan del cielo alimentaría el alma para la vida eterna. El Salvador dijo: ‘Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y son muertos. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de Él comiere, no muera. Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre’” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 352)

6. Considerando que la comida física no nos impartirá vida eterna, ¿qué es necesario para recibir este gran don? ¿Cómo explicó el Señor cuál es el alimento espiritual y lo que imparte? Juan 6:53, 54, 63.

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. 

“Comer la carne y beber la sangre de Cristo es recibirle como Salvador perso­nal, creyendo que perdona nuestros pecados, y que somos completos en Él. Con­templando su amor, y espaciándonos en Él, absorbiéndolo, es como llegamos a participar de su naturaleza. Lo que es el alimento para el cuerpo, debe serlo Cristo para el alma. El alimento no puede beneficiarnos a menos que lo comamos; a me­nos que llegue a ser parte de nuestro ser. Así también Cristo no tiene valor para nosotros si no le conocemos como Salvador personal. Un conocimiento teórico no nos beneficiará. Debemos alimentarnos de Él, recibirle en el corazón, de tal mane­ra que su vida llegue a ser nuestra vida. Debemos asimilarnos su amor y su gracia… “Como el Hijo de Dios vivía por la fe en el Padre, hemos de vivir nosotros por la fe en Cristo. Tan plenamente estaba Jesús entregado a la voluntad de Dios que sólo el Padre aparecía en su vida. Aunque tentado en todos los puntos como nosotros, se destacó ante el mundo sin llevar mancha alguna del mal que le rodeaba. Así también hemos de vencer nosotros como Cristo venció… “¿Somos seguidores de Cristo? Entonces todo lo que está escrito acerca de la vida espiritual, está escrito para nosotros, y podemos alcanzarlo uniéndonos a Jesús. ¿Languidece nuestro celo? ¿Se ha enfriado nuestro primer amor? Aceptemos otra vez el amor que nos ofrece Cristo. Comamos de su carne, bebamos de su sangre, y llegaremos a ser uno con el Padre y con el Hijo” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 353, 354).

7. ¿Qué convicción y seguridad sostienen a todo creyente? Juan 6:63, 68, 69.

El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

“La vida de Cristo, que da vida al mundo, está en su palabra. Fue por su palabra como Jesús sanó la enfermedad y echó los demonios; por su palabra calmó el mar y resucitó los muertos; y la gente dio testimonio de que su palabra era con autoridad. Él hablaba la palabra de Dios, como había hablado por medio de todos los profetas y los maestros del Antiguo Testamento. Toda la Biblia es una manifestación de Cristo, y el Salvador deseaba fijar la fe de sus seguidores en la Palabra. Cuando su presen­cia visible se hubiese retirado, la Palabra sería fuente de poder para ellos. Como su Maestro, habían de vivir ‘con toda palabra que sale de la boca de Dios’…

“Así como nuestra vida física es sostenida por el alimento, nuestra vida espi­ritual es sostenida por la palabra de Dios. Y cada alma ha de recibir vida de la Pa­labra de Dios para sí. Como debemos comer por nosotros mismos a fin de recibir alimento, así hemos de recibir la Palabra por nosotros mismos. No hemos de obtenerla simplemente por medio de otra mente. Debemos estudiar cuidadosa­mente la Biblia, pidiendo a Dios la ayuda del Espíritu Santo a fin de comprender su Palabra. Debemos tomar un versículo, y concentrar el intelecto en la tarea de discernir el pensamiento que Dios puso en ese versículo para nosotros. Debe­mos espaciarnos en el pensamiento hasta que venga a ser nuestro y sepamos ‘lo que dice Jehová’” (El Deseado de Todas las Gentes, págs. 354, 355)

Meditación:

“Cristo había pronunciado una verdad sagrada y eterna acerca de la relación entre Él y sus seguidores. Él conocía el carácter de los que aseveraban ser discí­pulos suyos, y sus palabras probaron su fe. Declaró que habían de creer y obrar según su enseñanza. Todos los que le recibían debían participar de su naturaleza y ser conformados según su carácter. Esto entrañaba renunciar a sus ambiciones más caras. Requería la completa entrega de sí mismos a Jesús. Eran llamados a ser abnegados, mansos y humildes de corazón. Debían andar en la senda estre­cha recorrida por el Hombre del Calvario, si querían participar en el don de la vida y la gloria del cielo” (DTG., p. 355, 356).

Estudio adicional: Juan 6:22-71; Discurso Maestro de Jesucristo, p. 18, 19; Testimonios para la Iglesia, tomo 5, págs. 541-543.