domingo, 27 de diciembre de 2009

01 Abrahán en las manos de Dios

“Por la fe Abrahán, cuando fue llamado por Dios, obedeció para salir al lugar que había de recibir por herencia. Y salió sin saber a dónde iba” Hebreos 11:8.

PACTO DE DIOS CON ABRAHÁN

1. ¿Cómo se explica el llamado de Dios al patriarca Abrahán? Génesis 12:1-3. ¿Cómo se colocó Abrahán en las manos de Dios? Génesis 12:4, 5; Hebreos 11:8.

Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y se fue Abram, como Jehová le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán. Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron. Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.

“La obediencia incondicional de Abrahán es una de las más notables evidencias de fe de toda la Sagrada Escritura… No fue una prueba ligera la que soportó Abrahán, ni tampoco era pequeño el sacrificio que se requirió de él. Había fuertes vínculos que le ataban a su tierra, a sus parientes y a su hogar. Pero no vaciló en obedecer al llamamiento. Nada preguntó en cuanto a la tierra prometida. No averiguó si era feraz y de clima saludable, si los campos ofrecían paisajes agradables, o sí habría oportunidad para acumular riquezas. Dios había hablado, y su siervo debía obedecer; el lugar más feliz de la tierra para él era dónde Dios quería que estuviese” (Patriarcas y Profetas, págs. 118, 119).

2. ¿Qué se puede decir de la promesa hecha a Abrahán en comparación a otras? Génesis 12:3; Gálatas 3:16-18.

Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa.

“La dádiva prometida a Abrahán y a su simiente incluía no sólo la tierra de Canaán, sino toda la tierra. Así dice el apóstol: ‘No por la ley fue dada la promesa a Abraham o a su simiente, que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe’ (Rom. 4:13). Y la Sagrada Escritura enseña expresamente que las promesas hechas a Abrahán han de ser cumplidas mediante Cristo. Todos los que pertenecen a Cristo, ‘ciertamente la simiente de Abrahán’ son, ‘y conforme a la promesa los herederos,’ herederos de la ‘herencia incorruptible, y que no puede contaminarse, ni marchitarse,’ herederos de la tierra libre de la maldición del pecado.  Porque ‘el reino, y el señorío, y la majestad de los reinos debajo de todo el cielo,’ será ‘dado al pueblo de los santos del Altísimo;’ y ‘los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz’ (Gál. 3:29; 1 Ped. 1:4; Dan. 7:27; Sal. 37:11)” (Patriarcas y Profetas, pág. 167).

3. Además de la promesa, ¿qué hizo el Señor a Abrahán? ¿Cómo fue ratificado el pacto entre Dios y Abrahán? Génesis 15:1-8, 18; 17:1-4.

Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande. Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. Y le dijo: Yo soy Jehová, que te saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra. Y él respondió: Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar? En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates. Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. 

“Entonces Dios lo llevó fuera de su tienda, y le dijo que mirara las innumerables estrellas que brillaban en el firmamento; y mientras lo hacía le fueron dirigidas las siguientes palabras: ‘Así será tu simiente’. ‘Y creyó Abrahán a Dios, y le fue atribuido a justicia’ (Vers. 5; Rom. 4:3)” (Patriarcas y Profetas, pág. 131).

LA FE DE ABRAHÁN

4. En medio de la gente que adoraban a sus ídolos paganos, ¿cómo demostró Abrahán su fe en Dios? Génesis 12:7, 8; 13:4, 18; 14:21-23; 24:3, 7.

Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido. Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda, teniendo a Bet-el al occidente y Hai al oriente; y edificó allí altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová. Al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová. Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová. Entonces el rey de Sodoma dijo a Abram: Dame las personas, y toma para ti los bienes. Y respondió Abram al rey de Sodoma: He alzado mi mano a Jehová Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra, que desde un hilo hasta una correa de calzado, nada tomaré de todo lo que es tuyo, para que no digas: Yo enriquecí a Abram. Y te juramentaré por Jehová, Dios de los cielos y Dios de la tierra, que no tomarás para mi hijo mujer de las hijas de los cananeos, entre los cuales yo habito. Jehová, Dios de los cielos, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra de mi parentela, y me habló y me juró, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra; él enviará su ángel delante de ti, y tú traerás de allá mujer para mi hijo.

“El deseo de llevar una religión fácil, que no exija luchas, ni desprendimiento, ni ruptura con las locuras del mundo, ha hecho popular la doctrina de la fe, y de la fe sola; ¿pero qué dice la Palabra de Dios? El apóstol Santiago dice: ‘Hermanos míos, ¿qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?... ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abrahán nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe obró con sus obras, y que la fe fue perfecta por las obras?... Veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe’ (Santiago 2:14-24)” (El Conflicto de  los Siglos, pág. 525).

5. ¿Cuál era el gran deseo de Abrahán? ¿Pudo ver lo que anhelaba? Juan 8:56; Génesis 22:2, 12, 8; Hebreos 11:17-19.

Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó. Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío. E iban juntos. Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir. 

“Abrahán había deseado mucho ver al Salvador prometido. Elevó la más ferviente oración porque antes de su muerte pudiera contemplar al Mesías. Y vio a Cristo… Su oración porque pudiera ver a Cristo antes de morir fue contestada. Vio a Cristo; vio todo lo que el mortal puede ver y vivir. Mediante una entrega completa, pudo comprender esa visión referente a Cristo. Se le mostró que al dar a su Hijo unigénito para salvar a los pecadores de la ruina eterna, Dios hacía un sacrificio mayor y más asombroso que el que jamás pudiera hacer el hombre” (El Deseado de Todas las Gentes. págs. 434, 435).

LAS PROMESAS DE DIOS CUMPLIDAS

6. ¿Cuál es el efecto de la comunión con el Redentor del mundo? Gálatas 2:20; 5:24; 2 Corintios 12:10.

Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. 

“El Señor Jesús ama a su pueblo, y lo fortalece cuando éste pone su confianza en Cristo y depende plenamente de Él. Vivirá mediante su pueblo, dándole la inspiración de su Espíritu santificante, impartiendo al alma una transfusión vital de sí mismo” (A Fin de Conocerle, pág. 80).

7. ¿Cómo demostramos que somos participantes de esa promesa? Romanos 4:12, 13, 16; Gálatas 3:16, 17; Hebreos 4:16.

Y padre de la circuncisión, para los que no solamente son de la circuncisión, sino que también siguen las pisadas de la fe que tuvo nuestro padre Abraham antes de ser circuncidado. Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros. Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Esto, pues, digo: El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, la ley que vino cuatrocientos treinta años después, no lo abroga, para invalidar la promesa. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

“El gran acto de fe de Abrahán descuella como un fanal de luz, que ilumina el sendero de los siervos de Dios en las edades subsiguientes. Abrahán no buscó excusas para no hacer la voluntad de Dios.... Sabía que Dios es justo y recto en todos sus requerimientos, y obedeció el mandato al pie de la letra.

“‘Abrahán creyó a Dios, y le fue imputado a justicia, y fue llamado amigo de Dios’ (Sant. 2:23). San Pablo dice: ‘Los que son de fe, los tales son hijos de Abrahán’ (Gál. 3:7). Pero la fe de Abrahán se manifestó por sus obras. ¿No fue justificado por las obras Abrahán, nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe obró con sus obras, y que la fe fue perfecta por las obras?’ (Sant. 2:21, 22). “Son muchos los que no comprenden la relación que existe entre la fe y las obras. Dicen: ‘Cree solamente en Cristo, y estarás seguro. No tienes necesidad de guardar la ley’.

Pero la verdadera fe se manifiesta mediante la obediencia. Cristo dijo a los judíos incrédulos: ‘Si fuerais hijos de Abrahán, las obras de Abrahán haríais’ (Juan 8:39). Y tocante al padre de los fieles el Señor declara: ‘Oyó Abrahán mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes’ (Gén. 26:5). El apóstol Santiago dice: ‘La fe, si no tuviere obras, es muerta en sí misma’ (Sant. 2:17). Y Juan, que habla tan minuciosamente acerca del amor, nos dice: ‘Este es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son penosos’ (1 Juan 5:3)” (Patriarcas y Profetas, pág. 150).

MEDITACIÓN

“Cristo no permitirá que pase bajo el dominio del enemigo quien haya pedido su protección con fe y arrepentimiento. El Salvador está junto a los suyos que son tentados y probados. Con Él no puede haber fracaso, pérdida, imposibilidad o derrota; podemos hacer todas las cosas mediante Aquel que nos fortalece. Cuando vengan las tentaciones y las pruebas, no esperéis arreglar todas las dificultades, sino mirad a Jesús, vuestro ayudador” (El Deseado de Todas las Gentes. pág. 455).

“Muchos están firmemente convencidos de la verdad, pero su esposo o su esposa les impiden decidirse. El que está en comunión con los sufrimientos de Cristo, ¿cómo podrá rehusar obedecer su voluntad y hacer su obra?... Siguiendo la senda de la obediencia con fe sencilla, el carácter alcanza la perfección...” (A fin de Conocerle, pág. 118).