sábado, 12 de marzo de 2011

EXPIACIÓN E INTERCESIÓN

INTRODUCCIÓN

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él...” (2 Corintios 5:21).

LA LIMPIEZA DEL PECADO EN EL MINISTERIO LEVÍTICO

1. ¿Es el pecado una mancha que puede ser limpiada fácil- mente? ¿Qué se requiere para lograr su expiación y remisión? Levítico 17:11; Hebreos 9:22.

“Para muchos ha sido un misterio por qué se requerían tantas ofrendas de sacrificio en la dispensación antigua, por qué se llevaban tantas víctimas sangrantes al altar. Pero la gran verdad que se presentó al hombre para que imprimiera en su mente y en su corazón es ésta: ‘Sin derramamiento de sangre no se hace remisión’ (Heb. 9:22)” (La Maravillosa Gracia, pág. 155).

2. ¿Qué sacrificio debía realizarse ya en el Antiguo Testamento como símbolo del futuro Redentor? Levítico 16:30; 4:26.

“Cada sacrificio de animales anticipaba el supremo sacrificio del ‘Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo’ (Juan 1:29)” (Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, tomo 7, pág. 471).

“Los judíos veían en las ofrendas de sacrificios el símbolo de Cristo, cuya sangre fue derramada por la salvación del mundo. Todas esas ofrendas eran para simbolizar a Cristo y para remachar la gran verdad en su corazón de que únicamente la sangre de Jesucristo limpia de todo pecado, y sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecados. Algunos se preguntan por que Dios deseaba tantos sacrificios y estableció la ofrenda de tantas víctimas sangrantes en el sistema judío.

“Cada víctima que moría era un símbolo de Cristo, cuya lección era impresa en la mente y el corazón de la solemnísima y sacratísima ceremonia, y era explicada claramente por los sacerdotes. Los sacrificios fueron explícitamente diseñados por Dios mismo para enseñar esta grande e importante verdad, que sólo mediante la sangre de Cristo hay perdón de los pecados” (Mensajes Selectos, tomo 1, págs. 124, 125).

EL SUFRIMIENTO EN LA CRUZ POR NOSOTROS

3. Según el consejo de Dios, ¿qué tragedia debía sucederle a la persona de Jesús? 1 Pedro 1:20; Hechos 2:23; Lucas 24:46.

“Así luchó Satanás para ganar control sobre la mente humana, para des- cargar su odio y venganza sobre el unigénito Hijo de Dios. Pero el último acto de la tragedia no se había dado todavía. El Hijo de Dios debía aún ser muerto por los mayordomos infieles” (The Signs of the Times, 17 de febrero de 1898).

4. ¿Por qué debió sufrir tanto hasta el punto de morir en la cruz? 1 Juan 2:1, 2; Hebreos 2:17; Romanos 3:25.

“A fin de que el hombre fuera salvado y se mantuviera el honor de la ley, fue necesario que el Hijo de Dios se ofreciera a sí mismo como sacrificio por los pecados. El que no conoció pecado se hizo pecado por nosotros. Murió por nosotros en el Calvario. Su muerte muestra el admirable amor de Dios por el hombre y la inmutabilidad de su ley” (Mensajes Selectos, tomo 1, pág. 282).

“‘Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo; y Él es la propiciación por nuestros pecados: y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo’. ‘Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados y nos limpie de toda maldad’. Las condiciones para obtener la misericordia de Dios son sencillas y razonables. El Señor no requiere que hagamos algo doloroso a fin de obtener el perdón. No necesitamos hacer largas y cansadoras peregrinaciones o ejecutar penitencias penosas para encomendar nuestras almas a Él o para expiar nuestra transgresión. El que ‘confiesa y se aparta’ de su pecado alcanzará misericordia’ (Prov. 28:13)” (Los Hechos de los Apóstoles, pág. 441).

INTERCEDIENDO POR EL SER HUMANO

5. Después de haber sacrificado su vida para la expiación, ¿qué otro servicio pacífico debía desempeñar? Hebreos 7:25.

“Cristo puede salvar hasta lo sumo a todos los que se acercan a Él con fe. Si se lo permiten los limpiará de toda contaminación; pero si se aferran a sus pecados no hay posibilidad de que sean salvos, pues la justicia de Cristo no cubre los pecados por los cuales no ha habido arrepentimiento. Dios ha declarado que aquellos que reciben a Cristo como a su Redentor, aceptándolo como Aquel que quita todo pecado, recibirán el perdón de sus transgresiones” (Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, tomo 7-A, pág. 373).

“Dominen vuestra mente las gloriosas concepciones de Dios. Enlácese vuestra vida con la de Cristo mediante recónditos eslabones. Aquel que ordenó que la luz brillara en las tinieblas, desea brillar en nuestro corazón, para daros la luz del conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo. El Espíritu Santo tomará las cosas de Dios y os las mostrará, transfiriéndolas al corazón obediente cual vivo poder. Cristo os conducirá al umbral del Infinito. Podréis contemplar la gloria que refulge allende el velo, y revelar a los hombres la suficiencia de Aquel que siempre vive para interceder por nosotros” (Las Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 116).

6. Por lo tanto, ¿qué gran seguridad pueden tener, por lo tanto, los que están en paz con Dios? 1 Juan 4:10; Romanos 8:34.

“Gracias a Dios porque Aquel que derramó su sangre por nosotros vive para suplicar mediante ella, vive para interceder por cada alma que lo recibe.

‘Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad’. La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. Ella habla mejor que la sangre de Abel porque Cristo siempre vive para interceder por nosotros. Necesitamos tener siempre en cuenta la eficacia de la sangre de Jesús. Nuestra esperanza consiste en posesionarnos por fe viviente de esa sangre que limpia la vida y sostiene la vida. Necesitamos aumentar nuestro aprecio de su valor inestimable, pues tiene significado para nosotros solamente si por fe pedimos su virtud y mantenemos la conciencia limpia y en paz con Dios” (Comentario Bíblico Adventista del Séptimo Día, tomo 7, pág. 960).

PODEMOS IMITAR AL JUSTO

7. ¿Quién es y permanece nuestra única propiciación en quien podemos tener esperanza? Hechos 4:12; 1 Timoteo 2:5, 6.

“El corazón pertenece a Jesús. Él ha pagado precio infinito por el alma, e intercede ante el Padre como nuestro Mediador, y ruega, no como un peticionante, sino como un conquistador que reclama lo que le pertenece. Es capaz de salvar hasta lo sumo, pues intercede constantemente por nosotros. El corazón joven es una ofrenda preciosa, el don más valioso que puede presentarse a Dios. Todo lo que sois y toda la habilidad que poseéis proceden de Dios, como legado sagrado que debe devolverse como ofrenda santa y voluntaria. No podéis dar a Dios nada que no os haya dado primero. Cuando se entrega el corazón a Dios, se le da, pues, un don que Él ha comprado y le pertenece” (Mensajes para los Jóvenes, pág. 405).

8. ¿Hacia quién debe estar dirigida nuestra mirada de fe para poder imitar en todo momento a nuestro Modelo? Hebreos

12:2; Salmos 25:15.

“Muchos cometen un grave error en su vida religiosa al mantener la atención fija en sus sentimientos para juzgar si progresan o si declinan. Los sentimientos no son un criterio seguro. No hemos de buscar en nuestro interior la evidencia de nuestra aceptación por Dios. No encontraremos allí otra cosa que motivos de desaliento. Nuestra única esperanza consiste en mirar a Jesús,

‘autor y consumador de nuestra fe’ (Heb. 12: 2, V.M.). En Él está todo lo que puede inspirarnos esperanza, fe y valor. Él es nuestra justicia, nuestro con- suelo y regocijo.

“Los que buscan consuelo en su interior se cansarán y desilusionarán. El sentimiento de nuestra debilidad e indignidad debe inducirnos a invocar con humildad de corazón el sacrificio expiatorio de Cristo. Al confiar en sus méritos, hallaremos descanso, paz y gozo. Él salva hasta lo sumo a todos los que se allegan a Dios por Él” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 60).

UNA LECCIÓN OBJETIVA PARA NOSOTROS: BUSCANDO A LA PERSONA DIGNA DE SU AMOR

En uno de sus dramas, el poeta Calderón presenta a una joven romana del primer siglo del cristianismo quien se juró a sí misma casarse solamente con un hombre que le demostrara su amor poniendo su vida en peligro por ella.

La joven, que pertenecía a la nobleza romana, una vez oyó a un predicador ambulante quien por el camino anunciaba la historia de ese hombre que,debido a su amor por los pecadores, había dado su vida por su expiación, muriendo en la cruz.

Sintió que había encontrado al ser digno de su amor y se convirtió en una de sus fieles discípulas. El poeta cuenta que esta heroína, llamada Daría, llegó al punto de dar su vida como testimonio en el martirio. Esta fue una respuesta de todo corazón a Aquel que había muerto por ella.