sábado, 12 de marzo de 2011

EL MINISTERIO DE LA RECONCILIACIÓN

INTRODUCCIÓN

“Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradles con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismos, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1).

RECONCILIACIÓN ENTRE DIOS Y EL SER HUMANO

1. Aunque éramos sus enemigos, ¿qué gran obra realizó por medio de Jesucristo para nosotros? Romanos 5:10, 11.

“Jesús era la majestad del cielo, el amado comandante de los ángeles, quienes se complacían en hacer la voluntad de Él. Era uno con Dios ‘en el seno del Padre’ (Juan 1:18), y sin embargo no pensó que era algo deseable ser igual a Dios mientras el hombre estuviera perdido en el pecado y la desgracia. Descendió de su trono, dejó la corona y el cetro reales, y revistió su divinidad con humanidad. Se humilló a sí mismo hasta la muerte de cruz para que el hombre pudiera ser exaltado a un sitial con Cristo en su trono. En Él tenemos una ofrenda completa, sin sacrificio infinito, un poderoso Salvador, que puede salvar hasta lo último a todos los que vienen a Dios por medio de Él. Con amor, viene a revelar al Padre, a reconciliar al hombre con Dios, a hacerlo una nueva criatura, renovada de acuerdo con la imagen de Aquel que lo creó” (Maravillosa Gracia, pág. 161).

2. Como consecuencia de esta reconciliación, ¿qué ministerio nos ha confiado? 2 Corintios 5:18-20.

“Dice el apóstol: ‘Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a si’ (2

Cor. 5: 19.) Únicamente mientras contemplamos el gran plan de la salvación podemos apreciar correctamente el carácter de Dios. La obra de la creación

era una manifestación de su amor; pero el don de Dios para salvar a la familia culpable y arruinada, es lo único que nos revela las profundidades infinitas de la ternura y compasión divina. ‘Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna’ (Juan 3:16.) A la par que se mantiene la ley de Dios, y se vindica su justicia, el pecador puede ser perdonado. El más inestimable don que el cielo tenia para conceder ha sido dado para que Dios ‘sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús’ (Rom. 3:26). Por este don, los hombres son levantados de la ruina y degradación del pecado, para llegar a ser hijos de Dios. Dice Pablo: ‘Habéis recibido, el espíritu de adopción, por el cual clamamos, Abba, Padre’ (Rom. 8:15)” (Joyas de los Testimonios, tomo

2, pág. 337).

“Oh, qué amor! ¡Qué asombroso amor fue el que trajo al Hijo de Dios a la tierra para que fuese hecho pecado por nosotros a fin de que pudiésemos con Dios y elevados a vivir con él en sus mansiones de gloria! ¡Oh, qué es el hombre para que se hubiese de pagar un precio tal por su redención!” (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 229).

RECONCILIACIÓN ENTRE SERES HUMANOS

3. Si Jesús debió hacer tan gran obra para reconciliar al mundo con Dios, ¿qué debemos hacer nosotros con los seres humanos? Lucas 17:3, 4.

“Si tus hermanos yerran debes perdonarlos. Cuando vienen a ti confesando sus faltas, no debes decir: No creo que sean lo suficientemente humil- des. No creo que sientan su confesión. ¿Qué derecho tienes para juzgarlos, como si pudieras leer el corazón? La Palabra de Dios dice: ‘Si se arrepintiera, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti tu hermano, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale’. Y no sólo siete veces, sino setenta veces siete, tan frecuentemente como Dios te perdona.

“Nosotros mismos debemos todo a la abundante gracia de Dios. La gracia en el pacto ordenó nuestra adopción. La gracia en el Salvador efectuó nuestra redención, nuestra regeneración y nuestra exaltación a ser coherederos con Cristo. Sea revelada esta gracia a otros” (Palabras de Vida del Gran Maestro, pág. 196).

4. Como hijos de Dios, ¿qué debemos hacer al mismo tiempo que nos presentamos ante el altar y confesamos nuestros peca- dos? ¿Debemos esperar que alguien venga a nosotros antes de tomar la iniciativa? Mateo 5:23, 24; Marcos 11:25; Mateo 18:15.

“Muchos son celosos en los servicios religiosos, mientras que entre ellos y sus hermanos hay desgraciadas divergencias que podrían reparar. Dios exige de ellos que hagan cuanto puedan para restaurar la armonía. Antes que hayan hecho esto, no puede aceptar sus servicios. El deber del cristiano en este asunto está claramente señalado” (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 278).

“…si estás triste porque tus vecinos o amigos hacen algo que redunda en un mal para ellos, si son cogidos en falta, sigue la regla bíblica. ‘... repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano’ Mat. 18:15. Cuando tengan que ver con alguien que se supone ha cometido una falta, traten de hablarle con un espíritu apacible y humilde, porque la ira del hombre no provoca la justicia de Dios. Los que yerran no pueden ser restaurados sino mediante un espíritu humilde y bondadoso, y tierno amor. Sean cuidadosos en su manera de hablar. Eviten en la actitud y el gesto, en las palabras o el tono de voz, todo lo que tenga sabor a orgullo y suficiencia propia. Guárdense de toda palabra o actitud que tienda a exaltarlos a sí mismos o a poner su bondad y su justicia en contraste con las faltas de los demás. Cuídense hasta de lo que remotamente podría parecer desdén, desconsideración o desprecio. Eviten con cuidado toda apariencia de enojo y, aunque tengan que emplear un lenguaje franco, cuiden que no haya reproches, acusaciones tajantes o manifestaciones de ira. Por el contrario, revelen siempre un ferviente amor. Por sobre todo, que no haya ni sombra de odio o mala voluntad, ni amargura ni dureza en la expresión. Nada sino bondad y dulzura pueden emanar de un corazón lleno de amor… Recuerden que el éxito de la reprensión depende en gran medida del espíritu con que se la da. No descuiden la ferviente oración…” (Cada Día con Dios, pág. 106).

COMO DIOS NOS PERDONA

5. ¿Cómo debemos perdonar a nuestro hermanos y hermanas en la fe? ¿Qué sucederá con nuestros pecados si perdonamos de buena voluntad y con amor? Efesios 4:32; Lucas 6:36; Mateo

6:14, 15.

“Sea la ternura y misericordia que Jesús reveló en su preciosa vida un ejemplo de la manera en que nosotros debemos tratar a nuestros semejantes.... Los que yerran no pueden ser restaurados de otra manera alguna que por el espíritu de mansedumbre, amabilidad y tierno amor (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 256).

“En todas vuestras transacciones con el prójimo, nunca olvidéis que estáis tratando con la propiedad de Dios; sed bondadosos, misericordiosos y corteses. Respetad la posesión comprada por Dios. Trataos unos a los otros con ternura y cortesía.

“Si tenéis enemistad, sospecha, envidia y celos en vuestros corazones, tenéis una obra por hacer para poner estas cosas en orden; confesad vuestros pecados y estableced la armonía con vuestros hermanos. Hablad bien de ellos. No pronunciéis indirectas desfavorables ni sugestiones que despierten la desconfianza en la mente de otros. Preservad su reputación como algo sagrado como desearíais que hicieran con la vuestra; amadlos como queréis ser amados por Jesús” (My Life Today, pág. 235).

6. ¿Podremos llevar un verdadero mensaje de reconciliación al mundo si no estamos reconciliados con nuestros hermanos y hermanas? Lucas 6:42.

“El culpable del mal es el primero que lo sospecha. Trata de ocultar o disculpar el mal de su propio corazón condenando a otro.... Jesús ordena que antes de intentar corregir a los otros, el acusador eche la viga de su propio ojo, renuncie al espíritu de crítica, confiese su propio pecado y lo abandone.

‘No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto’. El espíritu acusador que abrigáis es fruto malo; demuestra que el árbol es malo.... Debemos ser buenos antes que podamos obrar el bien. No podemos ejercer una influencia transformadora sobre otros hasta que nuestro propio corazón haya sido humillado, refinado y enternecido por la gracia de Cristo. Cuando se efectúe ese cambio en nosotros, nos resultará natural vivir para beneficiar a otros, así como es natural para el rosal producir sus flores fra- gantes o para la vid sus racimos morados” (El Discurso Maestro de Jesucristo, págs. 108, 109).

COMUNIÓN FRATERNAL

7. ¿Qué nivel de armonía alcanzó la iglesia de Jerusalén en tiempos apostólicos? ¿Cuál era el fruto bendito cada día? Hechos

2:42, 46, 47; Efesios 4:1-4.

“El apóstol exhorta a sus hermanos a manifestar en su vida el poder de la verdad que les había presentado. Con mansedumbre y bondad, tolerancia y amor, debían manifestar el carácter de Cristo y las bendiciones de su salvación. Hay un solo cuerpo, un Espíritu, un Señor, una fe. Como miembros del cuerpo de Cristo, todos los creyentes son animados por el mismo espíritu y la misma esperanza. Las divisiones en la iglesia deshonran la religión de Cristo delante del mundo, y dan a los enemigos de la verdad ocasión de justificar

su conducta. Las instrucciones de Pablo no fueron escritas solamente para la iglesia de su tiempo. Dios quería que fuesen transmitidas hasta nosotros.

¿Qué estamos haciendo para conservar la unidad en los vínculos de la paz?” (Testimonios Selectos, tomo 4, pág. 51).

“Cuando el Espíritu Santo fue derramado sobre la iglesia primitiva, los hermanos se amaban unos a otros... Los cristianos primitivos eran pocos en número, y no tenían riquezas ni honores; sin embargo, ejercieron una poderosa influencia. La luz del mundo resplandecía por medio de ellos. Aterrorizaban a los que hacían mal, dondequiera que se conocían su carácter y sus doctrinas. Por esta causa, eran odiados de los impíos, y perseguidos aún hasta la muerte” (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 81).

8. ¿Qué necesitamos nosotros para alcanzar la comunión fraternal de la iglesia apostólica? 1 Juan 1:7.

“Cristo y su palabra están en perfecta armonía. Cuando ésta es recibida y obedecida, abre un sendero seguro para los pies de todos aquellos que desean caminar en la luz como Cristo está en la luz. Si el pueblo de Dios apreciara su palabra, tendríamos el cielo en la iglesia aquí abajo” (Testimonies for the Church, tomo 8, pág. 193).

“El Señor, en su palabra, nos ha dado instrucciones definitivas, inequívocas, y por medio de la obediencia a éstas podemos preservar la unión y armonía en la iglesia. Hermanos y hermanas, ¿prestáis atención a los mandatos divinos? ¿Sois lectores de la Biblia y hacedores de la palabra? ¿Lucháis por cumplir con la oración de Cristo de que sus seguidores fueran uno? ‘El Dios de la paciencia y la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir en Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Senor Jesucristo’. ‘Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros’” (Testimonies for the Church, tomo 5, pág. 248).

UNA LECCIÓN OBJETIVA PARA NOSOTROS: GOLPEADO, HERIDO, Y PRONTO PARA PERDONAR

Un día, un hombre le arrojó una piedra a un perro para alejarlo, pero inmediatamente comprendió que el resultado fue verdaderamente inesperado. El golpe tocó el objetivo, e hirió al pobre animal en una pata. Sin embargo, ¿cuál fue la reacción de la víctima? En lugar de huir, el perro fue cojeando hasta donde estaba la persona y le lamió la mano con la que había arrojado la piedra.

Al ver la conmovedora reacción del animal, el hombre comprendió las palabras de Jesús y dijo: “Este perro me ha predicado un sermón como ningún

predicador lo ha hecho jamás. No he encontrado en ningún ser humano la voluntad de perdonar a su enemigo como en este perro”.

En época de Jesús, las personas que eran injuriadas reaccionaban dando un golpe en la mejilla del adversario con la mano izquierda para expresarle su descontento. Para la persona golpeada esto era un gesto ofensivo y doloroso.

¡Cómo se sorprendieron cuando oyeron las palabras de Jesús: “No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha vuélvele también la otra!” De esta manera, Jesús trató de decir que no tenemos que vengarnos, sino mostrar una buena disposición y perdonar devolviendo bien por mal.

El mundo moderno necesita ver en cada ser humano la imagen del Reden- tor. Debemos ser un pueblo que trabaja por la paz. A toda hora debemos mostrar una buen disposición del corazón para perdonar a todos los que son irracionales y provocadores. ¿Damos pruebas de tener un comportamiento calmado y pacífico como el de Jesús?