sábado, 26 de febrero de 2011

Respuesta a una Humilde Oración

“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho” Santiago 5:16.

Tratando de Comprender

1. ¿Qué vio Daniel suceder como cumplimiento de la visión dada en el capítulo

8? ¿Qué pensamientos le preocupaban? Daniel 5:30, 31; 9:1, 2.

“La oración de Daniel fue elevada ‘en el año primero de Darío’ (Vers. 1), el monarca medo cuyo general, Ciro, había arrebatado a Babilonia el cetro del gobierno universal. El reinado de Darío fue honrado por Dios. A él fue enviado el ángel Gabriel, ‘para animarlo y fortalecerlo’ (Dan. 11:1)….

“La respuesta que se dio: ‘Hasta dos mil y trescientos días de tarde y mañana; y el santuario será purificado’ (Vers. 14), le llenó de perplejidad. Con fervor solicitó que se le permitiera conocer el significado de la visión. No podía comprender la relación que pudiera haber entre los setenta años de cautiverio, predichos por Jeremías, y los dos mil trescientos años que, según oyó en visión, el visitante celestial anunciaba como habiendo de transcurrir antes de la purificación del santuario. El ángel Gabriel le dio una interpretación parcial; pero cuando el profeta oyó las palabras: ‘La visión… es para muchos días,’ se desmayó” (Profetas y Reyes, págs. 409, 407).

2. ¿De qué manera intentó tener una mejor comprensión? ¿Qué reconoció como la razón de lo ocurrido a su pueblo? Daniel 9:3-8.

“En su petición se identificó plenamente con aquellos que no habían cumplido el propósito divino, y confesó los pecados de ellos como propios….

“Aunque Daniel había servido a Dios durante mucho tiempo y el Cielo lo había llamado ‘muy amado’ (V.M.), se presenta ahora delante de Dios como pecador, e insiste en la gran necesidad del pueblo al cual ama. Su oración es elocuente en su sencillez, y de un fervor intenso. Oigámosle interceder:…” (Profetas y Reyes, pág. 408).

Oración y Confesión

3. ¿A qué se aferró? ¿Qué ley recordó? Daniel 9:9-13.

“¿No tenemos una necesidad tan grande de acudir a Dios como la tuvo Daniel? Me dirijo a los que creen que estamos viviendo en el último período de la historia de esta tierra.

“Os suplico que llevéis sobre vuestras propias almas la carga por nuestras iglesias, nuestras escuelas y nuestras instituciones. El mismo Dios que escuchó la oración de Daniel oirá la nuestra cuando vayamos a Él con espíritu quebrantado. Nuestras necesidades son tan urgentes, tan grandes nuestras dificultades, que necesitamos tener la misma intensidad de propósito, y poner con fe nuestra carga sobre el gran Portador. En nuestros tiempos se necesita que los corazones se conmuevan tan profundamente como en el tiempo cuando Daniel oró” (Conflicto y Valor, pág. 257).

4. ¿Qué se le había dicho a Moisés con respecto a esta ley? ¿Qué característica divina reconoció Daniel en su oración? Deuteronomio 28:15, 36, 37; Daniel 9:14.

“Hasta este punto la oración de Daniel se dedica a hacer una plena confesión del pecado de su pueblo con corazón quebrantado. Vindica plenamente la conducta del Señor, reconociendo que los pecados de su pueblo fueron la causa de todas sus calamidades, tal como Dios los había amenazado por el profeta Moisés” (Uriah Smith, Las Profecías de Daniel y el Apocalipsis, pág. 159).

“El profeta Daniel fue ejemplo de verdadera santificación. Llenó su larga vida del noble servicio que rindió a su Maestro. Era un hombre ‘muy amado’ (Daniel 10:11, V.M.) en el cielo. Sin embargo, en lugar de prevalerse de su pureza y santidad, este profeta tan honrado de Dios se identificó con los mayores pecadores de Israel cuando intercedió cerca de Dios en favor de su pueblo: ‘¡No derramamos nuestros ruegos ante tu rostro a causa de nuestras justicias, sino a causa de tus grandes compasiones!’” (El Conflicto de los Siglos, pág. 526 ).

Sin justicia propia

5. Consciente de los pecados cometidos por el pueblo, ¿cuál fue su ferviente súplica? Daniel 9:15-18, primera parte.

“Daniel no pide nada basándose en sus propios méritos, sino que dice: ‘Inclina, oh Dios mío, tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias’. La intensidad de su deseo lo torna ferviente: ‘Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, Dios mío; porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo’ (Dan. 9:18, 19)…” (A Fin de Conocerle, pág. 274).

6. ¿De qué no podían depender ni él ni su pueblo? Por lo tanto, ¿en qué confiaba? Daniel 9:18, última parte, 19.

“El profeta invoca ahora la honra del nombre de Jehová como motivo por el cual desea que le sea concedido lo que pide… No es porque Dios actúe por motivos de ambición o vanagloria; sino que cuando sus hijos manifiestan celo por el honor de su nombre, cuando revelan su amor por Él rogándole que obre, no para su beneficio personal, sino para gloria de Él mismo, a fin de que su nombre no sufra oprobio ni sea blasfemado entre los paganos, esto le resulta agradable. Daniel intercede luego por la ciudad de Jerusalén, que lleva el nombre de Dios, y por el santo monte, al que quería tan entrañablemente, y le ruega que por sus miseraciones, desvíe su ira. Finalmente, concentra su atención en el santuario sagrado, la morada de Dios en la tierra, y solicita la reparación de sus asolamientos” (Uriah Smith, Las Profecías de Daniel y el Apocalipsis, pág. 160).

Una Respuesta Rápida

7. ¿Qué maravillosa experiencia tuvo a través de esta oración? ¿Qué comisión debía completarse entonces? Daniel 9:20-23; 8:16.

“El Cielo se inclina para oír la ferviente súplica del profeta. Aun antes que haya terminado su ruego por perdón y restauración, se le aparece de nuevo el poderoso Gabriel,…” (Profetas y Reyes, pág. 409).

“Y sin embargo Dios había mandado a su mensajero: ‘Haz que éste entienda la visión.’ Esa orden debía ser ejecutada. En obediencia a ella, el ángel, poco tiempo después, volvió hacia Daniel, diciendo: ‘Ahora he salido para hacerte sabio de entendimiento;’ ‘entiende pues la palabra, y alcanza inteligencia de la visión.’ (Daniel 8: 27, 16; 9: 22, 23, V.M.) Había un punto importante en la visión del capítulo octavo, que no había sido explicado, a saber, el que se refería al tiempo: el período de los 2.300 días;…” (El Conflicto de los Siglos, pág. 373).

Estudio personal

• En Lugares Celestiales, págs. 76, 88.

• Mensajes Selectos, tomo 3, pág. 353.

• Uriah Smith, Las Profecías de Daniel y el Apocalipsis, págs. 157-160.